La investigación médica ha entrado en una nueva era en la lucha contra el alzheimer. Una comisión de expertos publicó en The Lancet los avances logrados con fármacos que ralentizan la enfermedad y con biomarcadores que permiten detectarla antes. Aunque se abre la esperanza, los especialistas advierten que estos medicamentos son caros, con efectos secundarios y eficacia limitada.
“No estamos curando la enfermedad”, matiza el jefe de Neurobiología de las Demencias del Instituto Sant Pau, Juan Fortea, y enfatiza que, "es la primera vez en la historia de la humanidad que conseguimos ralentizar el curso de la enfermedad de Alzheimer”. Albert Lleó, jefe de Neurología del mismo hospital, añade que esto es solo “el principio del camino”, con 138 medicamentos más en fase de investigación.
El entusiasmo se centra en lecanemab y donanemab, que redujeron el avance de la enfermedad entre un 27 % y un 35 % en ensayos clínicos. Ambos ya están aprobados en EE.UU. y otros países, aunque la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) europea se muestra más cauta. Sin embargo, los casos de hemorragias cerebrales y muertes en pacientes, así como el precio estimado de 24 000 euros al año, mantienen viva la controversia.
“Lo que ponen encima de la mesa estos autores no es una comparación directa con otras enfermedades, sino mostrar que en medicina hay otras terapias que tienen una magnitud de efecto compatible”, sostiene el jefe de Neurología del Hospital 12 de Octubre, David Pérez. Para él, la desconfianza proviene de fracasos anteriores y del polémico aducanemab, aprobado sin beneficios claros en EE UU.
La revolución también se da en el campo diagnóstico. Los biomarcadores en sangre permitirán detectar la enfermedad antes de los síntomas. “Necesito un biomarcador sí o sí para identificar quién tiene alzheimer. Si no, no voy a saber lo que está pasando”, explica Fortea. La comunidad científica coincide en que la enfermedad, dentro de cinco años, puede ser irreconocible en cuanto a cómo se trata y se previene.