Lo que antes parecía parte de la ciencia ficción hoy empieza a materializarse. En Suiza, un grupo de científicos de la empresa FinalSpark trabaja en la creación de computadoras hechas con células vivas, un proyecto que promete revolucionar la inteligencia artificial y reducir drásticamente el consumo energético de los sistemas tradicionales. Los investigadores buscan desarrollar servidores “vivos” que aprendan como un cerebro humano, utilizando una fracción de la energía que requiere la tecnología actual.
El investigador Jordan, uno de los líderes del proyecto, explicó que su equipo desarrolla organoides —pequeños grupos de neuronas humanas cultivadas en laboratorio— que se conectan a electrodos y comienzan a responder a comandos eléctricos. “En la ciencia ficción, la gente lleva mucho tiempo conviviendo con estas ideas”, afirmó. “Cuando empiezas a decir: ‘Voy a usar una neurona como una maquinita’, se trata de una visión diferente de nuestro propio cerebro y te hace cuestionar qué somos”.
En los laboratorios, la bióloga celular Flora Brozzi mostró una placa con diminutos “minicerebros” creados a partir de células madre de donantes anónimos. “Mucha gente se pone en contacto con nosotros, pero solo seleccionamos células madre procedentes de proveedores oficiales, porque la calidad de las células es esencial”, explicó. Los organoides pueden sobrevivir hasta cuatro meses, y durante ese tiempo los científicos los estimulan con señales eléctricas para estudiar cómo aprenden y responden. Sin embargo, Jordan reconoce que aún hay misterios: “Ha habido algunos casos en los que hemos experimentado un aumento muy rápido de la actividad en los últimos minutos o decenas de segundos de vida”, señaló, al describir el comportamiento de los organoides antes de morir.
El profesor del Imperial College de Londres Simon Schultz, destacó que el principal reto está en mantenerlas vivas. “Los organoides no tienen vasos sanguíneos. Aún no sabemos cómo fabricarlos correctamente. Así que este es el mayor desafío actual”, explicó. Otros expertos de la Universidad Johns Hopkins Lena Smirnova, , consideran que la biocomputación no busca reemplazar la inteligencia artificial tradicional, sino complementarla. “La bioinformática debería complementar, no reemplazar, la IA de silicio, a la vez que avanza en el modelado de enfermedades y reduce el uso de animales”, afirmó.