En el escenario de las elecciones generales que se celebrarán en el Perú en abril de 2026, la participación de personajes del deporte, la televisión y el entretenimiento se vuelve un fenómeno cada vez más visible.
Aunque su popularidad les otorga una plataforma amplia, surge un debate fuerte sobre si cuentan con la trayectoria política y las propuestas concretas para asumir responsabilidades estatales en cargos como el Congreso o la presidencia.
Por ejemplo, el exalcalde y deportista George Forsyth fue anunciado como candidato presidencial del partido Somos Perú, tras superar filtros internos que descartaron a otros aspirantes.
Asimismo, el actor y comediante Carlos Álvarez manifestó su interés por competir por la jefatura del Estado bajo la agrupación País para Todos.
Estos movimientos provocan un llamativo contraste. Por un lado, los aspirantes arrastran una imagen pública ya construida y alto reconocimiento mediático; por otro, enfrentan preguntas sobre su formación, compromiso y capacidad para gestionar políticas complejas.
Como explicó el analista político Luis Benavente, “una persona que viene del espectáculo, del deporte u otros ámbitos ya cuenta con un nivel de conocimiento público; ese es un activo intangible (…) Sin embargo, estas figuras deben prepararse para hacer un buen papel si deciden entrar en política”.
La ciudadanía juega un papel clave en este nuevo escenario electoral. Existe el riesgo de que la fama sustituya la idoneidad. La selección consciente de candidatos exige que los votantes revisen antecedentes, programas y capacidades, más allá del carisma televisivo.