“Lidia se ve confrontada en un mundo donde el papel de la mujer está expuesta a varios peligros. Ella lo presiente, pero no lo acepta. Rebeca, su hija, es su única fortaleza. Y aunque los días a veces se vuelven grises, ella sigue muriendo en su ley de vivir la vida”, así reza la sinopsis en la contraportada de “Morir en mi ley”.
Esta es la primera novela de Lenin Heredia Mimbela, con quien tuvimos la oportunidad de dialogar a cerca del libro.
¿Por qué decidió titular a su novela “Morir en mi ley”? Mira, estaba dentro del proyecto inicial que uno de los personajes, que era El Trinchudo, decía justamente esa frase en la primera versión de la novela. A mí me pareció que contenía un asunto muy violento, una forma de ver el mundo, luego en las correcciones se perdió el momento en que el personaje lo dice, pero cuando yo volví a leer la novela, me di cuenta que tenía ciertos aspectos fuertes, violentos de alguna forma que se resumía bien en esa frase. Esa frase por sí sola podría representar bien la carga que había en los actos y por eso decidí dejarla así en su versión final.
¿Por qué decidió optar por este enfoque? Bueno, fíjate que esto tiene que ver con mi primer libro. Yo publiqué un libro de cuentos titulado “La vida inevitable”, que recoge algunas historias de la ciudad de donde yo soy, de Piura. Digamos que yo, de alguna forma, he notado de pequeño y cuando iba creciendo, que el entorno en el cual vivimos, sea familiar, en nuestro distrito, nuestra ciudad, nuestro país en general, es un entorno con distintas formas de violencia, y me parece que eso se termina filtrando, o tomando forma a través de la creación literaria. A mí me importa mucho el tema de las injusticias, el cómo está organizada la sociedad, y esa forma de organización termina siendo un asunto violento (…).
¿Tuvo alguna referencia particular para crear al personaje de Lidia y para ambientar la novela? En el caso de Lidia no tuve un prototipo específico al momento de crearla como personaje literario. Ya aún cuando había leído a varios autores [referentes] como Miguel Gutiérrez en “Confesiones de Támara Fiol”, tejía la idea de que un personaje femenino escrito por un varón debía liberarse de una serie de estereotipos que usualmente se tratan. Por ejemplo, la idea de la mujer como personaje pasivo que no toma ninguna decisión. Debido a eso, yo había pensado que —en un punto de la novela— era necesario que Lidia fuera un personaje activo, que tomara decisiones, que saliera, que trabaje afuera (…). Por otro lado, en una parte de la novela, los monólogos de Lidia han sido alimentados por una serie de testimonios que yo he leído de casos de violencia hacia las mujeres.
¿Usted busca hacer activismo político con su literatura? No directamente. Creo que hay un límite entre el activismo político que puede tender al asunto planetario, pero sí me interesa muchísimo el tema de lo que sucede afuera y el no hacer literatura intimista. Nosotros tenemos como agendas personales e históricas. Las agendas personales tienden a ser muy cortas y privadas, mientras que las históricas son mucho más amplias y tengo la impresión que estas nos permiten muchas más posibilidades. Aún con ello, me interesa que también la literatura sea un artefacto estético y creativo que sea disfrutable. Me interesa el trabajo de Juan Rulfo que recrea todo un espacio de manera tan atractiva, pero que también sirve para cuestionarse.
¿Tiene algún proyecto en curso que esté realizando? Sí, tengo dos proyectos, por un lado, estoy interesado en escribir cuatro novelas a cerca de Piura, “Morir en mi ley” es la primera y ahora estoy escribiendo una segunda novela sobre el tema, que retoma algunos personajes como Lidia y Rebeca. Estoy interesado en esa línea y en paralelo estoy haciendo un trabajo de diarios de escritores, que es un tema que me interesa mucho. Cuando yo he necesitado motivación para el trabajo de la escritura, leía diarios de escritores y encontraba herramientas. Ese es un tema, que, en paralelo a mi actividad creativa y narrativa, me interesa también trabajar.