La decisión de no aplicar el voto digital en 2026 no debería leerse como un punto final, sino como una señal de alerta. El país necesita modernizar su sistema electoral con mayor planificación.
El voto digital es una herramienta clave para ampliar el acceso, reducir costos y facilitar la participación ciudadana, especialmente para peruanos en el extranjero o con dificultades de movilidad.
Sin embargo, la auditoría reveló carencias serias: infraestructura incompleta, ausencia de pruebas de seguridad informática y vulnerabilidades técnicas que comprometen el secreto y la integridad del sufragio.
Estas fallas no invalidan la idea del voto digital, pero sí evidencian una implementación apresurada.
La tecnología electoral exige estándares altos, pruebas continuas y certificaciones independientes antes de su aplicación masiva.
La experiencia internacional demuestra que el voto digital funciona cuando hay inversión sostenida, transparencia técnica y confianza ciudadana.
Estonia no improvisó: trabajó años en seguridad, auditoría y educación digital para grantizar elecciones democráticas sin fraudes que afecten a los ciudadanos.
Perú no debería renunciar al voto digital, sino asumir el reto con mayor rigor.
El desafío ahora es que las autoridades aceleren el trabajo técnico para que la modernización electoral deje de ser una promesa postergada.
El mensaje de fondo es claro: el voto digital es necesario y deseable, pero solo cuando ofrezca más garantías que riesgos.
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