Elecciones Perú 2026: entre la cantidad de candidatos y la urgente necesidad de calidad ética.
A las puertas de las Elecciones Generales de 2026, el Perú se enfrenta a una encrucijada decisiva. La campaña se ha iniciado con los vicios de siempre: discursos vacíos, promesas populistas y una competencia en la que prima la espectacularidad antes que la solvencia moral e intelectual. En medio de un escenario saturado de postulantes, la ciudadanía tiene la responsabilidad de transformar su voto en un acto reflexivo, informado y ético, consciente de que la democracia no se sostiene en la cantidad de opciones, sino en la calidad de quienes las encarnan.
El panorama electoral será, como nunca, abrumador. Más de ocho mil personas aspiran a ocupar cargos públicos: desde la Presidencia hasta el Parlamento Andino pasando por el Congreso bicameral. Esta sobreoferta, lejos de representar pluralidad, desnuda la precariedad de nuestro sistema político y la pérdida de confianza en los partidos. El reto no está en elegir entre muchos, sino en identificar a quienes posean la competencia técnica y la integridad necesarias para servir al país.
La política no puede seguir siendo un refugio de improvisados ni un escenario de la revancha personal. La gestión pública exige idoneidad comprobada, conocimiento del Estado y capacidad para construir consensos. Gobernar no es declamar, es entender el tejido complejo del país y actuar con responsabilidad. El carisma no sustituye la preparación, ni la oratoria puede enmascarar la mediocridad.
El primer filtro debe ser ético. Un candidato vinculado a procesos de corrupción, nepotismo o abuso de poder no puede aspirar a representar a nadie. La honestidad no es un atributo decorativo, es el punto de partida. La transparencia debe ser exigida como norma: hojas de vida verificables, declaraciones patrimoniales públicas y financiamiento limpio. Sin estos requisitos, el voto informado se convierte en una ficción.
En medio de este escenario, la modernización del proceso electoral —con la implementación del voto digital prevista por la Ley n.º 32270— representa una oportunidad para fortalecer la participación y la transparencia, siempre que las garantías técnicas sean irrefutables. Su aplicación, de aprobarse en diciembre, alcanzará al personal de la Fuerza Armada y Policial, Bomberos que trabajan en Lima. Esto podría marcar un punto de inflexión si logra armonizar la tecnología con la confianza ciudadana.
Las elecciones de 2026 son mucho más que un trámite político: son la ocasión para reconstruir la esperanza. La responsabilidad es compartida. Los partidos deben ser filtros, no pasarelas. Tampoco deben ser asociaciones mercantiles. Los ciudadanos, deben convertirse en fiscales de su propio destino. Solo con una ciudadanía vigilante y candidatos moralmente íntegros podremos aspirar a un Perú donde la ética vuelva a ser el cimiento de la vida pública. La cantidad podrá impresionar; la calidad —ética, intelectual y humana— será la que defina el futuro.