La festividad de la Virgen de la Candelaria no solo es un símbolo de devoción en Puno, sino también un motor de desarrollo cultural y económico. Con un impacto proyectado de 95 millones de soles este 2025, su importancia trasciende lo religioso para convertirse en un fenómeno turístico que beneficia a sectores como la gastronomía, la confección de trajes y el hospedaje.
Sin embargo, esta masiva movilización de visitantes —87 000 estimados— también nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de un turismo sostenible, que respete tanto la tradición como el entorno, según el Ministerio de Turismo.
El reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ha puesto a esta celebración en la mira del mundo, y su presentación en la feria IFTM Top Resa en París refuerza la estrategia de internacionalización. Pero más allá de atraer turistas extranjeros, el reto es garantizar que las ganancias beneficien realmente a los artistas, danzantes y comunidades que sostienen esta festividad con su talento y esfuerzo. No basta con la ocupación hotelera del 81 % o el alza en tarifas de hospedaje; el verdadero éxito radica en que esta riqueza se distribuya equitativamente y no quede en manos de unos pocos.
Desde las islas flotantes de los Uros hasta la fastuosa vestimenta de los bailarines, la Virgen de la Candelaria es el reflejo de un Perú ancestral y vibrante. Sin embargo, su crecimiento debe ir de la mano con planificación y responsabilidad. La cultura no puede ser solo un atractivo comercial, sino un patrimonio que se proteja y valore más allá del turismo. En este 2025, tenemos la oportunidad de consolidar la festividad no solo como una gran vitrina internacional, sino como un ejemplo de cómo el turismo puede impulsar el desarrollo sin sacrificar la esencia de nuestras tradiciones.