En los últimos días se hicieron virales imágenes donde se registraron diversos abucheos a la ministra de Cultura, Leslie Urteaga, en un evento cultural. Era evidente el ataque de los presentes ante la representante del Ejecutivo, que se esforzaba en mantener la calma frente a un ambiente completamente hostil.
De igual manera vimos cómo, la semana pasada, un grupo de ciudadanos agredió verbalmente a la congresista Patricia Chirinos cuando asistió a un bar en la capital. Incluso uno de los presentes le lanzó un vaso que, felizmente no le cayó. La consecuencia de este ataque se vio días después, cuando se informó el despido del atacante que era docente universitario en una reconocida casa superior de estudios.
Al ver estos episodios, viene a la memoria la pelea que sostuvo el legislador Edwin Martínez en los exteriores del Consejo Regional de Arequipa con un poblador que lo agredió verbalmente. También tenemos lo ocurrido con la propia presidenta Dina Boluarte, a quien, literalmente, le jalaron el cabello en un descuido mayúsculo que devino en el cambio total de la seguridad presidencial.
Estas situaciones nos llevan a un escenario lamentable, donde la población se la emprende contra nuestros gobernantes y termina cruzando el nivel alturado para llegar a la violencia que no debe tolerarse en cualquier caso.
Por un lado, tenemos a la ciudadanía que está tomando decisiones lamentables para demostrar su indignación. Por otro lado, nuestras autoridades viajan a zonas donde es evidente que existen reclamos de todo tipo. Cabe la importancia de ambos sectores de no llegar a estos extremos si queremos construir una sociedad más alturada y desarrollada.
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