Este lunes, varias de las universidades privadas inicias sus labores académicas del presente año 2023. Casi todas, de manera muy inteligente, han decidido regresar a la presencialidad. Es innegable que la virtualidad ayudó mucho en su momento y que se debe mantener en ciertos aspectos, por ejemplo, los trámites administrativos que estudiantes y docentes realizan. Sin embargo, la relación docente-estudiante y el proceso mismo de enseñanza-aprendizaje es y debe seguir siendo presencial, no hay reemplazo ni forma de sustituirlo por la virtualidad.
El trabajo administrativo universitario, del cual poco se habla o conoce es muy pesado. Los docentes universitarios cumplimos, según la ley universitaria, tres funciones: enseñanza, investigación y responsabilidad social. De las 3 se habla mucho, pero existe una fuerte carga administrativa que silenciosamente cumplimos: comisiones permanentes, comisiones temporales, funciones y cargos, llenar y hacer formularios, asumir responsabilidades directivas o de jefatura de algunas unidades, etc.
Casi todos los docentes cumplimos también funciones administrativas que, en su mayoría no son remuneradas, lo hacemos por “amor a la camiseta” y otros, ni lo hacen. Entonces, si los docentes tenemos que hacer trabajo administrativo y encima no es remunerado, la virtualidad debería ayudarnos en estos procesos. Por ejemplo, las reuniones o sesiones deberían de seguir siendo virtuales, la documentación a llenar debería ser enviada a los correos institucionales y formatos amigables y los documentos solicitados deberían ser todos en formato virtual.
No hay necesidad de seguir contaminando el ambiente con uso innecesario de papel. De la misma forma, los trámites de estudiantes y egresados deberían seguir en formato virtual y ayudarles, de esta forma, a agilizar sus gestiones, eso también implica la reducción o eliminación de costos por “trámite documentario” o la reducción de personal administrativo innecesario.
La formación de nuestros jóvenes universitarios debería de facilitarse con el acceso a bases de datos y bibliotecas virtuales de primer orden, solo así garantizaremos calidad en sus investigaciones de tesis y trabajos académicos.
En esos aspectos la virtualidad debería quedarse. Lamentablemente no todo es color de rosa, muchas otras universidades han optado por la moda de los “estudios virtuales” con la excusa de “formar más profesionales”, cuando su objetivo es ganar más dinero a cualquier costo, la lógica del sistema. ¿Hará algo la nueva y cuestionada Sunedu por fiscalizar la calidad de esta formación “superior”?