Opinión

Terrorismo sin perdón ni tribuna cultural

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DIARIO VIRAL

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La sombra larga del terrorismo. La Feria Internacional del Libro de Lima suele ser un templo de letras, pero este año estuvo a punto de convertirse en un altar de provocaciones. La anunciada presentación del libro Revolución en los Andes, firmado por Víctor Polay Campos, líder del MRTA, encendió todas las alarmas. La Cámara Peruana del Libro reaccionó con rapidez y sensatez: canceló el evento. No era para menos. No se trataba de censura sino de sentido común democrático.

Polay, condenado por terrorismo y sin una sola muestra de arrepentimiento, pretendía usar una vitrina cultural para limpiar su biografía de sangre. Su relato, escrito desde la prisión de la Base Naval, buscaba travestir el terror en “resistencia”. ¿Y quién lo respaldaba? Una editorial entusiasta y un sector de la academia que aún flirtea con las narrativas del “conflicto social” para disimular lo que fue, sin ambigüedades, violencia política armada.

Que se permita la circulación del libro, vaya y pase: vivimos en democracia. Pero que se le ofrezca un escenario en la FIL, como si se tratara de un pensador más del espectro político, es otra cosa. Sería como si Eichmann hubiera tenido un stand en la Feria de Frankfurt. No todo se reduce a libertad de expresión; también hay deberes de la memoria.

Porque esa es la batalla que el Perú sigue sin ganar: la ideológica. La militar se cerró hace décadas, con la caída de Guzmán y la operación Chavín de Huántar. Pero en el frente simbólico, la defensa se ha replegado. Políticos tibios, intelectuales complacientes y un olvido educacional preocupante permiten que hoy se relativice el horror. En esa confusión, no es raro que algunos jóvenes vean en Polay o en la “doctrina Gonzalo” una causa incomprendida.

La democracia tiene derecho a defenderse. Y defenderse no es solo blindarse del terror, sino también de su disfraz. No se puede permitir que quienes empuñaron fusiles para imponer una utopía por la fuerza ahora pretendan seducir con discursos de víctima o héroe. No basta con ganar la guerra si se pierde la historia.

La cancelación en la FIL no fue una claudicación ante la presión: fue un acto de responsabilidad. Pero es solo una escaramuza. La verdadera batalla, la de las ideas, apenas ha comenzado. Y si no la damos con claridad, corremos el riesgo de que el país se mire mañana en un espejo distorsionado, donde el verdugo aparece como libertador.
 

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