Cada 5 de junio, se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente y todo hace indicar que no hay nada que festejar. Con un planeta cada vez mas dañado y un entorno que nos hace pensar en qué tipo de hogar les estamos dejando a nuestros descendientes.
Comenzamos por el plano local. La campiña de nuestra ciudad cada vez se reduce más y nada parece detener el afán de ciertos sectores de urbanizar todo, bajo el argumento de paliar la necesidad de vivienda que disfraza el afán de ganar dinero en el rubro de inmuebles, por ejemplo, con la venta de departamentos y grandes deudas contraídas por los compradores. Ni qué decir de las invasiones que en muchos casos amenazan sitios protegidos y/o zonas en riesgo como las faldas del volcán Misti.
Si nos vamos a lo nacional, veremos que tampoco hay mucho que festejar. Uno de los principales hechos que vienen dañando al medio ambiente son los derrames de petróleo. Aunque ocurran en la selva, que se ha hecho casi costumbre, o en la costa, como pasó en Ventanilla, lo cierto es que estos problemas dejan secuelas muy severas a evaluar por nuestros gobernantes. Actualmente tenemos rondando al fenómeno El Niño que impactaría también de manera negativa en nuestro país.
A nivel mundial tampoco la situación es de las mejores. La calidad del aire empeora debido a la actividad industrial y sin el debido control de los organismos de fiscalización ambiental. Nuestro planeta solamente tuvo un respiro durante el aislamiento por la covid-19. Sin embargo, con la reactivación de todo, estamos camino a que se convierta en un paciente camino a la sepultura por quedarse sin recursos ambientales.
En manos de todos está cambiar este panorama y que el Día Mundial del Medio Ambiente no solo sea un nombre más en nuestro calendario, sino una fecha para recordar la importancia de proteger nuestro entorno para el futuro.