El pasado 21 de abril, la psicóloga Ana Estrada se convirtió en la primera peruana en acceder al derecho a la eutanasia, llamada también muerte digna. A los doce años de edad le fue diagnosticada una polimiositis, un tipo de miopatía inflamatoria crónica y degenerativa. Estrada, quien convivió con dicha enfermedad durante más de 30 años, logró que se respetara su derecho a decidir cuándo irse de este mundo, ante una enfermedad incurable e irreversible.
La eutanasia, como fenómeno social, no permite argumentos dogmáticos. Estamos antes una situación que amerita un análisis sociológico y político, pero no religioso. La eutanasia es pues una extensión de los derechos individuales y de la autonomía que tenemos sobre nuestro propio cuerpo. En una sociedad que valora la libertad y la autonomía, las personas deberíamos tener el derecho de decidir cuándo y cómo terminar con nuestro sufrimiento, especialmente en casos de enfermedades terminales o dolorosas. En ese sentido, uno de los principales argumentos a favor de la eutanasia es su capacidad para acabar con el sufrimiento innecesario de los pacientes terminales.
Muchos defensores sostenemos que es inhumano obligar a las personas (y a sus familias) a soportar un dolor físico o emocional intolerable cuando no hay esperanza de recuperación. Si no se puede vivir con dignidad, solo queda morir con ella; por eso la eutanasia se percibe como una forma de preservar la dignidad humana al permitir que las personas mueran con dignidad y en condiciones que consideren aceptables. Para muchas personas, la idea de vivir en un estado de dependencia total, sufriendo constantemente y haciendo sufrir a su entorno inmediato, va en contra de su concepto personal de dignidad. Desde una perspectiva económica, la eutanasia reduce los costos asociados con el cuidado de pacientes terminales.
La atención médica al final de la vida puede ser extremadamente costosa, y algunos argumentamos que permitir la eutanasia puede ayudar a mitigar esta carga financiera para los sistemas de salud y las familias. No nos dejemos engañar, cuidar a un enfermo terminal es muy costoso y no todas las familias pueden garantizar dicha atención médica de calidad.
Finalmente, la eutanasia es considerada como una forma de respetar la diversidad ideológica, ya que permite que las personas tomen decisiones basadas en sus propias creencias y valores. Fácil es señalar con el dedo acusador desde los altares de la religión, otra cosa es encontrarse en una situación de enfermedad terminal o haber vivido con un familiar es similar condición. Empatía, palabra tan mentada últimamente y tan poco usada en la práctica, es lo que nos hace falta a todos. Con su muerte, Ana Estrada vivirá eternamente en la lucha por los derechos de las personas.