Alguna vez una exfuncionaria del Estado relató un pasaje de su vida, era una exitosa empresaria que trabaja con personal de confianza. Al ser llamada a ser parte de un pasado gobierno de turno, hizo una reunión con todos sus allegados, amigos y familiares y les narró que sería parte del Ejecutivo, aunque en un papel no tan vinculante, pero al fin y al cabo, iba a ejecutar acciones para beneficio del país.
Lo que continúa de su relato fue que en tono alto de su voz advirtió a su gente cercana que no se les ocurra pedirle empleo o que les dé facilidades o información para tener un puesto de trabajo con jugosos sueldos, ni tampoco la llamen para darles consejos para contratar sus servicios personales ni de sus empresas, les advirtió que en público los haría quedar como antiéticos. Pues, sus empresas no pueden contratar con el Estado por temas anticorrupción y menos estar involucrado en casos de nepotismo.
Aquella vez, sus conocidos la tildaron de petulante y egoísta por no compartir su éxito con los demás.
La conversación continuó y les dijo, tal vez sean los profesionales más competentes, pero el Perú no se merece que hablen de tráfico de influencias. Hoy esa persona no tiene más allegados, hasta su familia dejó de hablarle, solo le queda tener la seguridad que no podrían señalarla como corrupta.
Ojalá todas las autoridades y funcionarios con altos cargos actuaran así y no le saquen la vuelta a las normativas y traten de beneficiar a sus allegados por un tema de pago de favores. El país, la región, la provincia, el distrito, no son sus pertenencias y merecen respeto. Además, a quienes piensan que sacar a la luz estos actos corruptos es atacar honras están equivocados, hay normas que incumplen y trabajan con los recursos del Estado. Esperemos que en esta Semana Santa reflexionen y que las actuales autoridades dejen obras de envergadura que sean agradecidas por las futuras generaciones. Tengan una semana de oración.
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