Faltan 328 días para las elecciones generales. Según el cronograma electoral, en 45 días vence el plazo para inscribir precandidatos ante los Jurados Electorales Especiales.
A partir de ese momento, como en procesos anteriores, se intensificará la guerra propagandística. Las paredes se llenarán de nombres. Pero la verdadera campaña se librará en redes sociales.
En una primera etapa, girará en torno a posibles alianzas que reducirán el número de aspirantes a la presidencia y vicepresidencias. También crecerán los rumores y la desinformación.
Hace poco más de una semana, fuimos testigos del uso del rumor como arma para desacreditar. Esta vez, no en política nacional, sino en el cónclave papal.
Desde fuera del Colegio Cardenalicio se difundieron mentiras sobre el cardenal Robert Prevost, entonces obispo de Chiclayo. Lo acusaron de encubrir a clérigos violadores.
En un contexto político, esa calumnia habría tenido efectos demoledores. Pero la Iglesia elige pensando en su futuro, no en cuotas de poder. Prima la unidad sobre la intriga.
La propia Diócesis de Chiclayo y el periodista Pedro Salinas —conocido por investigar el caso Sodalicio— desmintieron tajantemente las acusaciones. Las calificaron como “totalmente falsas”.
El origen del rumor fue SNAP, una organización estadounidense con historial turbio. En múltiples ocasiones fue sancionada por sus difamaciones y su explotación de supuestas víctimas.
El intento por manchar la integridad del hoy papa León XIV nos devuelve al centro del asunto: el rumor como herramienta de manipulación.
Un rumor es una información sin confirmación oficial, que circula sin evidencia clara. Se transmite por boca a boca o redes sociales. Es emocional, ambiguo, difícil de verificar.
No surge de la nada. Existen condiciones que lo favorecen: falta de información, ansiedad colectiva, deseo de control o la intención deliberada de manipular.
Su fuerza no radica en la verdad, sino en cómo satisface necesidades emocionales o sociales de quienes lo difunden. Esa es su eficacia y su peligro.
Combatir un rumor requiere comprender su origen. Luego, cortar su ciclo con comunicación clara, evitando escalar el conflicto. Hay que responder con mesura y construir confianza.
Abrir canales de información interna, trabajar con referentes, y fortalecer una cultura de verdad son pasos cruciales. También lo es prevenir nuevos rumores con transparencia.
Ante el rumor, la ciudadanía debe ser crítica, prudente y responsable. Verificar antes de compartir, mantener la calma, fomentar el pensamiento crítico y evaluar consecuencias