Opinión

Regreso a clases

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DIARIO VIRAL

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Tras semanas de gritos, quejas y “mamá, estoy aburrido”, “papá, ¿qué haces?”, llegó el día tan esperado: el inicio del nuevo año escolar. Porque, seamos sinceros, aunque nadie lo diga en voz alta, miles de padres y madres llevan esperando este gran día con desesperación: el regreso de sus retoños al colegio. Las vacaciones escolares, que comenzaron como un respiro del trajín diario, pronto se convirtieron en una prueba de resistencia para los adultos en casa.

Durante el verano, hubo quienes intentaron mantener la cordura inscribiendo a sus hijos en todo tipo de actividades: desde talleres de teatro, danza, música hasta cursos de fútbol, vóley, natación y un largo etcétera: las famosas vacaciones útiles ¿útiles”? Más bien, un alivio temporal, un placebo. Pero incluso estas estrategias tienen sus límites. Los papás y mamás ya no sabían cómo responder a la interminable lista de “¿y ahora qué hago?”, ni cómo manejar la energía inagotable de sus pequeños. Eso sin mencionar la invasión constante del espacio personal y el ruido que hacía parecer que la casa estaba en una eterna zona de juegos. Ahora, con el inicio del año escolar, un suspiro colectivo de alivio recorre los hogares. No solo es el regreso a las rutinas, sino también la oportunidad de recuperar un poco de paz y silencio.

¡Silencio! Qué palabra tan hermosa y tan poco valorada. De repente, las mañanas vuelven a tener un propósito claro: preparar mochilas, uniformes y refrigerios. Y aunque lidiar con los deberes escolares y las reuniones de padres no es precisamente un descanso, al menos implica dejar a los niños bajo el cuidado de los profesores durante gran parte del día. Obviamente los colegios, en especial los particulares, saben muy bien la necesidad: la desesperación de los padres para no ver ni atender a sus hijos; y dichos colegios tienen la solución: cursos extracurriculares, talleres de deportes, etc. Entonces: de siete de la mañana a tres de la tarde estudian y comen en el colegio, y a las cinco entran a los talleres, hasta las seis o siete de la noche. ¡Pobres niños! No viven su infancia con tal de ser mejores y saber de todo, ¿seguro que es eso papitos y mamitas? O ¿tratan de que sus hijitos cumplan sus propios sueños frustrados?, o ¿no verlos el mayor tiempo posible? Ustedes sabrán la respuesta.

Eso sí, no olvidemos dar crédito a los verdaderos héroes de esta historia: los profesores y profesoras, quienes se enfrentan ahora al desafío de guiar, educar y, en muchos casos, contener a estos niños y jóvenes llenos de energía acumulada. Para ellos, comienza su propia odisea. Mis respetos y reconocimiento.

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