En febrero pasado, el dictador comunista Nicolás Maduro tuvo el atrevimiento de enviar a Chile un comando de élite con el fin de secuestrar, torturar, asesinar y enterrar en losa de concreto al exmilitar venezolano opositor Rolando Ojeda. Los asesinos fueron apoyados por integrantes de la inteligencia chilena. Las autoridades venezolanas protegen a los acusados. Se burlan de la extradición. Estos actos son considerados una afrenta al honor y la dignidad de los chilenos.
Recordemos: una arremetida insurreccional “despertó” los ánimos de los chilenos por un socialismo duro y extremista. Cuba y Venezuela estuvieron detrás de los incendios de iglesias y estaciones del Metro de Santiago. El intento de imponer una constitución “plurinacional” fue un fracaso, pero abrió heridas. Gabriel Boric, elegido presidente, ¿representa el retorno del socialismo duro y radical o en el camino se volvió moderado? ¿Supo distinguir entre incendiar la pradera y alejarse de los radicales que todo lo quieren destruir? Veamos.
La izquierda no es un bloque sólido. Nunca lo fue. En sus filas existen moderados y extremistas. Desde mediados del siglo pasado, moscovitas y pekineses. Mucha variedad hasta por “quítame esta paja”. En Perú, con Henry Pease, el “ala cristiana del marxismo” controlaba las universidades particulares. Los mejor acomodados conmovidos con una realidad no palpada. La teología de la liberación metió la nariz en la política. Sus seguidores llegaron a decir que Jesús fue el primer comunista. Hasta publicaron una Biblia, la popular, a la medida de su verbo.
Pero la izquierda es un bloque cuando su enemigo principal - la derecha, el capitalismo y las inversiones privadas - representa un peligro para sus intereses. Hoy, esos intereses no son los oprimidos, explotados y pobres. Ahora son el medio ambiente, el feminismo, el movimiento LGTB y demandas inclusivas con narrativas conmovedoras para la gente común. Las revoluciones armadas, como la rusa, china y cubana, no son ejemplo, ni parte del libreto comunista. Ahora, es ejemplo el asalto del poder por la vía democrática. Nada más sencillo. En lugar de fusiles y tropa dispuesta a cometer horrendos crímenes, la militancia está ahora armada con teléfonos móviles. De por medio columnistas, creativos de Internet y autonombrados dirigentes de organizaciones sociales inventadas. En los últimos años, la izquierda avanzó grandemente usando los recursos provenientes de la derecha, conservadores, capitalistas y creyentes.
Cuando Sendero Luminoso inició la “guerra popular”, no contaba con un bloque sólido de obreros, estudiantes y campesinos. De unos cuantos profesores pasaron finalmente a un frente conformado por sicarios provenientes del narcotráfico. En el intermedio asesinaron a sus oponentes, incluyendo a socialistas moderados. En expectativa estuvieron personajillos que se acomodarían si “hasta la victoria final” se hacía realidad. Sucedió con la llegada de Pedro Castillo al poder. Esos personajillos creyeron que ese momento era también de ellos. La llamada izquierda caviar se unió al senderismo, hizo campaña por el profesor chotano. Ya después, quien tuviera el poder absoluto haría lo que hacen los sátrapas: eliminar a quienes no demuestren sujeción total.
Con estos antecedentes, ¿entendió Boric que Maduro es el nocivo estalinista que debe ser retirado del gobierno en Venezuela?