Un fallecido en Arequipa, aeropuertos cerrados en nuestra ciudad y en el Cusco, agresiones a periodistas, un incendio en Lima y un miedo generalizado es parte de lo que dejaron las protestas de este jueves. Lamentablemente, si ponemos en una balanza estos hechos y los pedidos de la ciudadanía junto al legítimo derecho a protestar, veremos que la inclinación no apoya a los manifestantes.
Es cierto que existe un descontento generalizado de la población hacia sus autoridades, sobre todo, nacionales. El problema es la forma en la cual se ha canalizado esta indignación. De igual forma, está el uso que le dieron algunos sectores a estas protestas. Malas personas, a quienes solo les interesa el caos, atacan a diestra y siniestra todo lo que encuentran a su paso. Ello solo deja la sensación de temor entre quienes desean trabajar y les obliga a cerrar sus negocios al paso de grupos de manifestantes.
Los pedidos de diálogo no cesan por parte de ambos bandos. Desde el Gobierno se mantiene la posición de no renunciar, pero se ofrece la opción del adelanto de elecciones a la espera de la aprobación del Congreso. Por su parte, quienes protestan insisten con la salida inmediata de quienes nos gobiernan. La situación sigue entrampada y todo hace indicar que se vendrían más jornadas de manifestaciones. Esperemos que ya no se pierdan más vidas en esta pugna de posiciones en torno al futuro de nuestro país.
En las últimas horas, los representantes del Ejecutivo se pronunciaron indicando que harán respetar la ley y que no se irán. Ojalá que ello no vaya acompañado de acciones que representen represión cruel contra la población y que de ambos bandos no haya provocaciones. El Perú lo agradecerá.
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