Opinión

Pan (con chicharrón) y circo

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DIARIO VIRAL

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No quiero que se me malinterprete: la comida peruana es, sin lugar a dudas, una de las más deliciosas del mundo. Su diversidad, riqueza cultural y sabor son motivo gran orgullo, no solo en el interior, sino también fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, lo que resulta preocupante es cómo, semana tras semana, se viraliza en redes sociales un supuesto “Mundial de desayunos”, que lejos de promover el sabor y calidad de la gastronomía mundial, se convierte en una competencia absurda basada en likes y algoritmos.

La lógica, si hay alguna, detrás de este “mundial” no responde a criterios culinarios ni a una valoración auténtica del sabor, la tradición o el aporte nutricional de los desayunos. El “ganador” no es aquel que representa mejor la identidad alimenticia de su país, sino el que acumula más interacciones digitales. Así, el pan con chicharrón, definitivamente delicioso, pero evidentemente no un desayuno cotidiano para la mayoría de peruanos, se convierte en símbolo nacional, desplazando opciones más representativas como el quaker, la avena, el pan con palta o mantequilla, desayunos realmente más cotidianos en nuestro país. Este fenómeno revela una tendencia preocupante: la banalización de lo cultural en función del espectáculo. Lo que podría ser una oportunidad para educar sobre la diversidad alimentaria de los países, se convierte en una estrategia de marketing de influencers que, en su afán por generar contenido, apelan a la pseudocompetencia como fórmula fácil para atraer seguidores. No hay investigación, no hay contexto, no hay respeto por la tradición. Solo un afán desesperado por likes. Lo más triste; sin embargo, no es la superficialidad del contenido (que al final de cuentas es la esencia de las redes sociales), sino la manera en que autoridades, instituciones y figuras públicas se suman al juego. En lugar de promover debates sobre los problemas que afectan al país, como la corrupción, inseguridad ciudadana, crisis educativa, crisis de justicia, etc., se prestan a este espectáculo digital, desviando la atención de lo urgente hacia lo trivial. ¿Cuánta gente realmente pobre está en las posibilidades de desayunar un pan con chicharrón diario?

Nuestra comida merece ser celebrada, sí, pero con criterios gastronómicos, respeto y conciencia nacional. No como un pretexto para likes, sino como una expresión viva de nuestra historia, nuestras regiones y nuestra diversidad. Y, sobre todo, no debe ser usada como cortina de humo para ocultar los verdaderos problemas que enfrentamos como sociedad y que nuestras autoridades quieren que olvidemos. Dejemos ya de lado el famoso “Al pueblo, pan (con chicharrón) y circo”, que en eso quieren que sigamos distraídos.

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