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No todos importamos

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DIARIO VIRAL

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La frase “Todos los animales son iguales, pero hay animales más iguales que otros”, extraída de la obra Rebelión en la granja de George Orwell, retumba profundamente en nuestra realidad política y social. Este enunciado, que denuncia la hipocresía y la desigualdad en sistemas que prometen equidad, parece describir con precisión los eventos recientes que hemos vivido.

El gobierno de la señora Boluarte comenzó con un episodio trágico: la muerte de más de 50 compatriotas en un contexto de legítimas protestas. Este inicio marcó el establecimiento de un régimen represivo, donde las manifestaciones fueron reprimidas con fuerza y la inseguridad ciudadana alcanzó niveles alarmantes, comparables únicamente con los tiempos más críticos del terrorismo. En regiones como Cusco y Puno, las masacres dejaron cicatrices profundas; sin embargo, estas tragedias no generaron una reacción significativa por parte de figuras públicas o personas influyentes. La indiferencia predominó, y las voces de las víctimas quedaron relegadas al silencio. Hasta esta semana, en que un evento trágico sacudió a nuestro país: la muerte de un reconocido cantante de cumbia, víctima de la creciente ola de delincuencia. 

Este hecho, que evidenció la permanente incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad, despertó una reacción masiva. De repente, aquellos que antes permanecían en silencio comenzaron a alzar la voz, a exigir justicia y seguridad. La tragedia, al afectar a una figura conocida, logró lo que las masacres en Cusco y Puno no pudieron: movilizar a la opinión pública. ¡Hasta los programas de espectáculos y farándula han dedicado sendos reportajes con tinte político! Esa misma mañana del domingo, los congresistas aliados del régimen de Bolaurte, se indignaban en sus redes sociales y pedían la renuncia o censura del ministro del interior; sin embargo, al transcurrir la semana se fueron callando nuevamente, al parecer los negociados con el ejecutivo tuvieron efecto y, espero equivocarme, el ministro se salvará de dicha censura y seguirá en el cargo.

Este contraste pone de manifiesto una dolorosa realidad sobre nuestra sociedad. Parece que solo cuando el sufrimiento toca a quienes están en el centro de atención, se genera empatía y acción. La desigualdad en la reacción ante las tragedias refleja una jerarquización implícita de las vidas humanas, en donde algunas parecen tener más valor que otras. Lo sucedido es un recordatorio urgente de la necesidad de construir una sociedad justa, donde todas las voces sean escuchadas y todas las vidas sean valoradas por igual.

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