Esta es la historia de una niña que no quería leer. Las lecturas le aburrían y las preguntas que venían después peor, recordaba lo bonito que fue cuando aprendió a leer creyendo que había logrado el mejor aprendizaje de su vida, porque, ¿qué más podía existir después de la lectura? que te enseñaba a construir infinitas palabras, mensajes y significados.
Esa magia se fue diluyendo con el tiempo cuando las historias se volvieron una obligación, y las participaciones eran incorrectas y venían acompañadas de las malas notas. Así empezaron las ingratas experiencias con los libros que eran cada vez más complejas, más confusas y aburridas.
“Debes leer en silencio” decía la maestra, “esa no es la respuesta” comentaba al día siguiente, “la moraleja es…” repetía. La niña se alejaba más y más de los libros y era muy fácil hacerlo, porque en casa no había textos y en la escuela solo se usaban para hacer las tareas y las tareas no eran divertidas por ende la lectura no lo debía ser.
Aunque, un día la niña visitó la casa de una amiga y sus ojos quedaron sorprendidos al ver una colección de libros clásico, tomo uno que decía “Cenicienta” y al abrirla, una calabaza convertida en carroza se armó ante sus ojos, emocionada y sorprendida interactuó con una y otra página, hasta terminar con todos los libros de la colección.
Ese día, esa niña se volvió a enamorar de la lectura y las historias.
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