El control de precios es una política fracasada y perjudicial para el país y todos los peruanos. Solo genera escasez, inflación y obstaculiza nuestro crecimiento y desarrollo.
Cada cierto tiempo, algunas voces de nuestros atribulados políticos resurgen con propuestas de control de precios: que se controle el precio de los medicamentos, de los pasajes aéreos, entre otros. Propuestas que suenan bien, como si fueran soluciones reales a los problemas de los ciudadanos.
Es innegable que pueden parecer atractivas. A primera vista, suena bien pagar un monto fijo por un producto o servicio. Pero, ¿seguirá esa empresa ofreciéndolo? ¿Incluso a pérdida? ¿Incluso cuando le han recortado su derecho a operar libremente?
Lo más probable es que, en esas condiciones, la empresa deje de vender el producto. Así, el bien se volverá escaso, difícil de encontrar, su precio subirá en el mercado informal y los más perjudicados serán justamente aquellos a quienes se quería “ayudar” con el control de precios.
Estamos en un año preelectoral. La presidenta Boluarte acaba de iniciar oficialmente el proceso, y en ese contexto escucharemos muchas promesas: mejorar la calidad de los servicios, solucionar nuestros problemas, y por supuesto, controlar precios como fórmula mágica para pagar “precios justos”.
Pero no hay mejor camino que fomentar la competencia. Un mercado competitivo, donde las empresas se esfuercen por ofrecer mejores productos o servicios a precios razonables, beneficia al consumidor. Esa es la verdadera receta: quien ofrece lo mejor al mejor precio gana. Así funciona el mercado. Que no nos engañen. El control de precios, se mire por donde se mire, es nocivo.
En el Perú ya lo hemos vivido. Las largas colas en tiendas, panaderías y farmacias durante épocas de control de precios no se borran de nuestra memoria.
Necesitamos candidatos que promuevan la inversión privada, defiendan el comercio exterior y fortalezcan las libertades económicas, no que las restrinjan.
Pongamos un ejemplo sencillo: imagina que tienes un puesto en el mercado y vendes menús a 12 soles. Con ese precio cubres el alquiler, pagas al personal y generas una ganancia para mantener a tu familia. Un día se aprueba una ley que obliga a vender el menú a 10 soles.
Pierdes ingresos, quizás tengas que despedir a un ayudante, reducir la calidad del menú o, simplemente, cerrar porque ya no es rentable.
Así de peligroso es el control de precios. No lo permitamos.