El 5 de abril estaba fijada la reunión entre la presidenta Dina Boluarte y los alcaldes de Arequipa por el pedido de declaratoria de emergencia en la ciudad ante los altos índices de inseguridad ciudadana. Sin embargo, la coyuntura política de los Rolex de la mandataria originó un cambio en la agenda y la postergación. Se indició para el martes 9, aunque no fue confirmada la cita.
Más allá de esta suspensión de reunión o aprobación del estado de emergencia, parece que el pedido de los alcaldes sí funcionó porque en el último mes no ocurren actos delictivos graves como sicariatos. Las diferentes posiciones frente a la inseguridad parece que ayudaron a disminuir las balaceras ocurridas en pleno día con lamentables saldos de muertes.
Es decir, las autoridades ediles, aunque no lograron el respaldo del Gobierno, sí obtuvieron un avance al crear conciencia sobre la importancia de protegernos. Se consiguió que haya más despliegue policial y que la delincuencia, al verse cada vez más orillada, por los reclamos de la población termine retrocediendo, en parte, en el lado de la criminalidad organizada.
Sin embargo, ello no debe servir para que bajemos la guardia policial. Mejor resultaría pensar que por el momento hemos tomado un aire para seguir en la lucha contra la inseguridad. Aún hay mucho camino por recorrer para nuestras fuerzas policiales y las autoridades, pues los delincuentes y sicarios no descansan. Hay que reforzar las diferentes estrategias y sobre todo mantener la unidad ante la criminalidad, pues una decisión contraria no ayuda a nuestro desarrollo.
Mientras esperamos que haya una respuesta del Gobierno central ante la lucha contra la inseguridad, en manos de todos nosotros está ser la primera línea de defensa frente a la inseguridad ciudadana. Debemos estar pendientes de hechos delictivos y denunciarlos para evitar que más inocentes puedan ser afectados.