Opinión

Misioneros de esperanza

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DIARIO VIRAL

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Como se viene haciendo hace 99 años, este domingo la Iglesia celebra la Jornada Misionera Mundial, más conocida como DOMUND o Domingo Mundial de las Misiones. En su mensaje para esta Jornada, que este año lleva por lema “Misioneros de esperanza entre los pueblos”, el papa León XIV nos recuerda algunos aspectos relevantes de la identidad misionera que debe caracterizar a todo cristiano y a la Iglesia en su conjunto. El primero de ellos es mantener la mirada orientada hacia Cristo, el primer misionero, enviado por Dios padre para anunciar la buena noticia del Reino de Dios y llevar a cabo la obra de nuestra salvación. Esto es fundamental para que la Iglesia, comunidad de discípulos misioneros de Cristo, pueda prolongar esa misión «ofreciendo la vida por todos en medio de las gentes» y sea «no una Iglesia estática sino una Iglesia misionera, que camina con el Señor por las vías del mundo». Vías en las cuales los cristianos estamos llamados a ser «portadores y constructores de esperanza entre los pueblos».

 La esperanza cristiana no se circunscribe a las necesidades temporales, sean materiales o espirituales, sino que, como bien nos dice el Papa León, «va más allá de las realidades mundanas pasajeras y se abre a las divinas», es decir a la salvación trascendente que, como dijo también hace algunas décadas el Papa san Pablo VI, «comienza ciertamente en esta vida, pero tiene su pleno cumplimiento en la eternidad» (Exh. Ap. Evangelii nuntiandi, 27). Desde esta perspectiva, al mantener «fijos los ojos en Jesús, iniciador y consumador de la fe» (Heb 12,2), la esperanza se ve continuamente fortalecida y, como sigue diciendo León XIV, «las comunidades cristianas pueden ser signos de una nueva humanidad en un mundo que…muestra síntomas graves de crisis de lo humano»: pérdida del sentido de la vida, soledad, abandono de los ancianos, materialismo e individualismo exacerbados, etc.

Con esa finalidad, el papa termina su mensaje para este DOMUND recordándonos la importancia de que se renueve en nosotros la espiritualidad pascual, que nos hace presente que «la muerte y el odio no son las últimas palabras sobre la existencia humana». Para ello, es preciso participar de modo asiduo en las celebraciones litúrgicas y los sacramentos, porque en ellos «recibimos continuamente la fuerza del Espíritu Santo con el celo, la determinación y la paciencia para trabajar en el vasto campo de la evangelización». Es preciso también que seamos hombres y mujeres de oración, «sobre todo la que se hace con la Palabra de Dios y particularmente con los salmos, que son una gran sinfonía de oración cuyo compositor es el Espíritu Santo», y que se formen comunidades cristianas en las que no sólo se transmita el primer anuncio del evangelio, es decir el kerygma, sino que se brinde a sus miembros una sólida formación que los lleve a «una fe madura en Cristo». Si lo hacemos así, podremos «dejarnos guiar por el Espíritu de Dios y arder de santo celo para iniciar una nueva etapa evangelizadora de la Iglesia, enviada a reavivar la esperanza en un mundo abrumado por densas sombras», como es el deseo de nuestro Papa peruano.

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