¿A nombre de qué méritos la Fuerza Aérea del Perú (FAP) decide condecorar con la Medalla al Mérito Mayor General FAP Armando Revoredo Iglesias a dos autoridades que, hasta donde alcanza la memoria ciudadana, han sido incapaces de demostrar un liderazgo real y efectivo en la gestión de riesgos? ¿Acaso basta una retórica pomposa para justificar la condecoración de un alcalde y de un gobernador que han recibido más cuestionamientos por demoras en obras y falta de planificación que por salvar vidas o mejorar la resiliencia de nuestra región?
Resulta paradójico que, en pleno reclamo de ciudadanos afectados por inundaciones, desbordes y un puente abandonado hasta la fecha tras el colapso, la FAP premie a la máxima autoridad provincial que no pudo garantizar un plan de gestión del riesgo de desastres ágil ni infraestructura adecuada para mitigar desastres. ¿Dónde está la formulación de planes, la evaluación, dirección, organización y ejecución de acciones concretas, los indicadores de reducción de vulnerabilidad? ¿Por qué la demora en la entrega de los certificados ITSE? ¿Por qué no se explica qué innovación, qué proyecto o qué decisión valiente del Ing. Víctor Hugo Rivera Chávez merece ostentar “la clase de Caballero” ante un problema que, por su impacto, exige valentía, eficiencia y transparencia, no gabinetes fotográficos?
En cuanto al gobernador regional, Dr. Rohel Sánchez Sánchez, ¿qué liderazgo permanente justifica su distinción si buena parte de la población reclama hasta hoy que estuvo de vacaciones en plena temporada de lluvias, la ausencia de centros de atención inmediata en zonas rurales y la carencia de sistemas de alerta temprana que hubieran podido evitar daños? ¿Bajo qué criterio técnico la FAP califica de “destacada labor” a quien, en la práctica, delega la mayoría de sus responsabilidades en contratistas privados y discursos institucionales?
Para colmo, las publicaciones oficiales de la Municipalidad Provincial de Arequipa han restringido los comentarios en Facebook, un hecho que dispara sospechas de censura y de miedo a la crítica ciudadana. ¿Se teme que la población denuncie la falta de transparencia detrás de este acto condecorativo? ¿O acaso la condecoración es un salvavidas político para blanquear gestiones que no resisten el escrutinio público? En un Estado democrático, las condecoraciones deben ser fruto de logros tangibles y evaluables, nunca simples maniobras de propaganda. Exigimos claridad, datos concretos y la restitución del espacio de debate en las redes municipales, porque Arequipa merece un reconocimiento auténtico, no una medalla para las vitrinas.