Estamos a pocas horas de nuestras fiestas patrias 2025, fechas en las que el patriotismo sale a flor de piel. Todos aman al Perú en estas fechas y más aún los militares. Para muestra tenemos la reciente propuesta del Ministerio de Defensa para reglamentar la Ley N.º 32251 que ha encendido un debate que trasciende lo legal: se trata de quién tiene derecho a nombrar y representar la patria.
El reglamento en cuestión, aún en consulta pública, pretende restringir el uso de la bandera, el escudo, el himno y otros emblemas solo para instituciones oficiales, fuerzas armadas y entidades educativas. Se prohíbe, por ejemplo, su empleo en campañas publicitarias, envases, logotipos y cualquier fin lucrativo o ideológico. De aprobarse este reglamento, muchos pequeños y medianos comerciantes —en Gamarra, Mesa Redonda, etc.— verían afectadas sus actividades, especialmente en fiestas patrias, donde la iconografía nacional se entrelaza con lo comercial, lo afectivo y lo cultural. Sin embargo, esta propuesta no es casual, ni es una real preocupación de los militares por la patria; todo lo contrario, refleja una intención político-militar por controlar el imaginario colectivo en un país donde los emblemas patrios han sido históricamente apropiados por la ciudadanía: desde marchas de protesta que entonan el himno con furia, hasta campañas que redibujan el escudo o la bandera en clave de lucha. Esta vitalidad simbólica genera incomodidad a quienes conciben la nación como una fórmula rígida, inmutable y vertical; es decir, una nación militar y dictatorial. Es fundamental recordar que los símbolos no pertenecen únicamente al Estado, son construcciones afectivas, simbólicas, construidas y reconstruidas constantemente desde abajo, desde el pueblo. Limitar ese ejercicio no protege la patria: la empobrece. Lo que está en juego no es solo la propiedad simbólica, sino la legitimidad de imaginar un país diverso, plural y en constante reconfiguración. Peor aún, este reglamento lo que hace es limitar uno de los derechos fundamentales de toda persona: la libertad. Está bien que no vivamos en democracia, pero este reglamento es una exageración de este régimen que lo acerca más a dictaduras como la venezolana.
El verdadero patriotismo no se impone desde arriba. Se cultiva desde el reconocimiento mutuo de lo que cada quien entiende por peruanidad. Es en la cotidianeidad, en el día a día en que se demuestra el amor a la patria. ¿Qué ganamos cuando quienes se ponen la escarapela todo julio, colocan su bandera en casas y comercios y cantan el himno nacional son a la vez corruptos, ladrones, golpeadores de mujeres, violadores, etc.? El patriotismo trasciende el uso de un símbolo en julio, es un estilo de vida que debe mantenerse todo el año.