Si preguntan ¿conoce a los caviares y qué piensa de ellos? Las respuestas son fulminantes: autoritarios, defensores de terroristas, llenos de odio, más de derecha que de izquierda (por sus signos exteriores de riqueza), ricos, vagos y lejanos de la población.
Los caviares, progresistas o cívicos (así conocidos durante el toledismo) son parte de esa falsa “sociedad organizada”, de ONG, de intereses políticos y económicos globales y de gobiernos extranjeros interfiriendo en el país. Se hacen fama de especialistas, de expertos en gobernabilidad y manejo del Estado para obtener millonarios contratos estatales. Consultores y asesores sobre lo mismo: Diagnóstico y nada más.
Los caviares desconocen que los comités de autodefensa empoderaron a la población e hizo de ella el actor principal contra el terrorismo. La estrategia militar “tierra arrasada” de los ochenta no ofreció resultados, por el contrario empeoró la situación aprovechada por el extremismo socialista y sus aduladores. Por la firmeza desplegada – tildada de autoritarismo – Perú no es estado socialista. Los caviares o “chalecos” del senderismo no reconocen los avances sociales y económicos logrados en los noventa pero disfrutan de sus resultados. Alberto Fujimori por ser el artífice de la victoria contra el terrorismo es el enemigo principal de los derrotados.
Con el grito “Fujimori nunca más” las izquierdas tratan de recuperar los espacios perdidos ahora ocupados por la derecha popular, por personas empeñadas en salir adelante sin ayuda del Estado y con su propio esfuerzo e imaginación. Gente promotora de emporios comerciales e industriales surgidos de manera informal porque el Estado estorba en lugar de apuntalar las iniciativas ciudadanas.
Esa izquierda esnobista sabe que en Junín, en la cuna de Perú Libre, Vladimir Cerrón fue elegido gobernador regional torciendo la voluntad popular. El experimento resultó a pedir de boca durante el proceso electoral del 2021. Los caviares fueron parte del fraude contra Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori y desde que se permitió la participación de Perú Libre con plancha presidencial incompleta, impedimento de participación del partido aprista – gravitante en la política nacional – y la conformación de un Jurado Nacional de Elecciones sesgado. La interferencia grosera de Martín Vizcarra – señalado de genocida por las 200 000 muertes durante la pandemia de la covid – sumó a los intereses izquierdistas.
Esa izquierda convirtió la justicia en espectáculo con el fin de entretener y atontar. Se ocupa de su enemigo principal y deja a sus anchas a los verdaderos coimeados por Odebrecht sin ofrecerle al país soluciones a las demandas de las mayorías.