Llega, nuevamente, esa época en que los arequipeños nos volvemos más insoportables de lo habitual. Agosto, mes de aniversario de la hermosa ciudad blanca, resalta no solo nuestra admirable arquitectura y la deliciosa gastronomía que atrae a turistas nacionales e internacionales, sino también la historia y el patrimonio que nos enorgullecen. Sin embargo, en este mes en particular, también se evidencia el racismo que debería avergonzarnos. En agosto, Arequipa celebra, pero también debería hacernos reflexionar sobre lo que significa ser arequipeño en la actualidad.
Recientemente fui invitado a un evento sobre el patrimonio cultural de Arequipa, donde compartí la charla con dos destacados arquitectos. Además de hablar sobre la arquitectura y la configuración física de la ciudad, discutimos sobre quién es el arequipeño y qué queda del arequipeño de antaño (o si alguna vez existió). Menciono este tema porque, según las últimas noticias, ninguna danza del altiplano (como sayas, morenadas, etc.) ni de otras regiones del Perú podrá ser admitida en el famoso “Corso de la Amistad”, que, al parecer, solo llevará ese nombre de manera superficial. Las reacciones no se hicieron esperar, y me recordaron algunas que el año pasado recogí de algunas cuentas de Facebook: Una usuaria señalaba “Son muchas federaciones q representan las danzas de bolivia no deberían de permitir es Corso de Arequipa no de bolivia”. Otro ordenaba: “Señores no es festividad de la virgen candelaria, deberían promover más las danzas típicas de Arequipa , que soniy hermosas ,y no caporales centralistas señores se beri tener identidad x esos e iesta de Arequipa , con sus danzas ,y costumbres arequipeñas” (disculparán los errores ortográficos, pero así escriben los autodenominados “arequipeños de verdad”). Casi todas las publicaciones concluían con la frase “no es que tengamos nada en contra de ellos, pero…”. Muchas veces, después de ese “pero”, se revelan sus verdaderas intenciones: racismo, discriminación y desprecio por el otro, el diferente. Según lo leído, el alcalde tomó la decisión de prohibir las danzas que no fueran propias de Arequipa, negando así el carácter mestizo de la ciudad, que es, les guste o no, producto en gran parte de la migración del altiplano a estas tierras. Negar esos orígenes es rechazar nuestra rica cultura, que nos enorgullece, y también es negarnos como personas.
Ha pasado un año y sigo recordando la caricatura del gran Willy Galdós, en la que un “típico” characato arequipeño le dice a un niño: “Recuerda siempre que ser arequipeño no te da derecho a humillar a los demás”. Ojalá lleguen nuevas generaciones que renueven tus laureles; realmente te lo mereces, Arequipa bella.