El incendio ocurrido recientemente en una vivienda de la calle Álvarez Thomas, en pleno corazón del Cercado de Arequipa, es más que una anécdota de la crónica local. Es una alarma. Una advertencia de lo que puede suceder y sigue sucediendo con las casonas coloniales que adornan el centro histórico de la ciudad: se deterioran, se agrietan, se desploma y ahora también se incendian.
Aunque el fuego fue contenido y no se reportaron heridos, la emergencia dejó expuesta la fragilidad extrema de estos inmuebles patrimoniales. La mayoría carece de mantenimiento, muchos están abandonados o habitados sin condiciones seguras, y la infraestructura eléctrica cuando existe es tan antigua como sus muros de sillar.
No se trata de un caso aislado. Según la Municipalidad Provincial de Arequipa, al menos 80 casonas están en riesgo de colapsar ante un sismo debido al estado ruinoso en que se encuentran. La falta de intervención por parte de los propietarios, la ausencia de documentación técnica y la demora de las autoridades para ejecutar acciones concretas están poniendo en juego no solo el título de Patrimonio de la Humanidad, sino vidas humanas.
Además, la informalidad y los intereses comerciales se suman al problema. Algunas casonas han sido invadidas, subdivididas o adaptadas sin criterio alguno para negocios, hospedajes o depósitos, lo que agrava su deterioro estructural y pone en riesgo a quienes las frecuentan. Estas prácticas, lejos de rescatar el patrimonio, lo convierten en un escenario de improvisación y negligencia. Mientras tanto, el Estado parece no tener la capacidad ni la urgencia para fiscalizar con rigor.
Y mientras los discursos sobre preservación del patrimonio se repiten cada año, la realidad sigue igual o peor. Los incendios, las lluvias, los temblores y la negligencia hacen su trabajo silencioso. ¿Cuántos avisos más necesitamos?
¿Es justo que esperemos a que otra casona se derrumbe sobre una familia o que las llamas se lleven siglos de historia, como casi ocurrió en Álvarez Thomas? No basta con que los bomberos lleguen a tiempo: necesitamos prevención, inversión y una ciudadanía que entienda que estas casas no son solo paredes viejas, sino la memoria viva de Arequipa.