Durante casi una semana, los padres y madres de familia se enfrentaron nuevamente a uno de sus mayores temores: las clases virtuales. Este fenómeno, que había causado una gran angustia y frustración en el pasado, resurgió con la reciente huelga, obligando a los colegios a retomar la enseñanza en línea. Para muchos, esta situación no solo revive recuerdos de épocas difíciles, sino que también pone a prueba la paciencia y la capacidad de adaptación de los progenitores.
En muchos hogares, la experiencia de las clases virtuales se había convertido en un desafío monumental. Padres y madres que, en ocasiones, decidieron tener hijos por presión social, se encontraron lidiando con situaciones que nunca imaginaron. La falta de preparación, tanto técnica como pedagógica, generó una serie de complicaciones que afectaron la dinámica familiar. Los niños, acostumbrados al aprendizaje presencial, debieron adaptarse a un nuevo entorno educativo, mientras que los padres y madres intentaban equilibrar sus propias responsabilidades laborales con el acompañamiento a sus hijos en este proceso. La frustración se hizo palpable a medida que las plataformas digitales presentaban problemas de conectividad, y las distracciones en casa dificultaban la concentración de los estudiantes.
Muchos padres y madres se sintieron impotentes al ver que sus hijos luchaban por captar conceptos que antes se enseñaban de manera más efectiva en el aula. Además, la falta de interacción social entre los estudiantes agravó la situación, contribuyendo a un sentimiento de aislamiento y desmotivación. A pesar de los desafíos, muchos padres y madres encontraron formas creativas de apoyar a sus hijos. Algunos establecieron rutinas diarias para tratar de mantener un equilibrio entre el estudio y el tiempo libre. Otros buscaron recursos adicionales en línea para complementar las lecciones y facilitar el aprendizaje.
Este regreso momentáneo a las clases virtuales nuevamente ha puesto de relieve la brecha educativa existente. No todas las familias cuentan con el mismo acceso a la tecnología necesaria para participar plenamente en el aprendizaje en línea. Algunos estudiantes carecen de dispositivos adecuados y conexión a Internet, lo que genera una desigualdad en la educación que se imparte en estos nuevos formatos y que sigue siendo un tema pendiente del actual régmien. La virtualidad es tiene gran potencial, pero si en algo todos están de acuerdo (padres, estudiantes, profesores, investigadores en temas educativos, en fin, toda persona con dos dedos de frente) es que la educación virtual jamás podrá reemplazar a la educación presencial, y menos en los niveles básicos de educación.