Karl Marx decía, en El capital, que los empresarios temen la falta de ganancias o aquellas ganancias que son demasiado reducidas. A medida que la rentabilidad aumenta, el capital se vuelve más audaz. Si se le garantiza el 10 %, se moverá a cualquier lugar; con el 20 %, comenzará a sentirse motivado; al 50 %, se vuelve francamente atrevido; al 100 %, es capaz de ignorar todas las leyes humanas; y al 300 %, no hay delito al que no se atreva, incluso si eso implica enfrentarse a la muerte.
La tragedia ocurrida en el Real Plaza de Trujillo, donde el colapso del techo del patio de comidas dejó 6 muertos y cerca de 80 heridos, pone en evidencia las consecuencias de un sistema donde el afán de lucro y ganancia de ciertos malos empresarios prima sobre la seguridad y la vida de los seres humanos. Este lamentable evento invita a reflexionar sobre las palabras de Karl Marx, quien afirmaba que la clase capitalista, en su búsqueda desenfrenada de beneficios, ignora las normas jurídicas y morales, arriesgando incluso vidas. En casos como este, la lógica detrás de ciertas decisiones empresariales está influenciada por la reducción de costos en la construcción y el mantenimiento de las infraestructuras.
Cuando se opta por materiales de menor calidad, diseños estructurales que no cumplen con estándares óptimos o un mantenimiento deficiente para abaratar gastos, las consecuencias son, como hemos visto la semana pasada, devastadoras. Si bien las investigaciones siguen en curso, los reportes preliminares han señalado irregularidades en el diseño y posibles fallas en el drenaje como factores clave en el colapso.
Sin embargo, no toda la responsabilidad recae exclusivamente en los empresarios. También es fundamental señalar fallas sistémicas en las regulaciones y la supervisión. Las autoridades deben cumplir un rol fundamental para garantizar que las construcciones cumplan con todos los estándares de seguridad y que las supervisiones sean periódicas y estrictas.
La tragedia de Trujillo es un recordatorio doloroso de la importancia de equilibrar los intereses económicos con el cumplimiento de la ley. Cuando se anteponen las ganancias a la seguridad, se pone en juego la vida misma. Es imperativo que este evento sirva como un llamado a la acción para reformar prácticas empresariales y fortalecer la fiscalización, asegurando que la seguridad siempre sea la prioridad. Hoy más que nunca, sector privado y público deben ir de la mano; lamentablemente, esta tragedia evidencia la crisis del sistema. Por encima de la ganancia económica debe estar la vida de las personas.