Opinión

La tiránica dificultad de decir “no” (y cómo revertirla)

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Cada vez que ingreso a una tienda de ropa, algo en mí se encoge. No es el precio lo que me aterra, sino el momento en que la dependienta se acerca y exclama: ¡Le queda perfecto! Preguntar cuánto cuesta se siente como firmar un contrato tácito. Si luego no lo compro, su mirada decepcionada me hace sentir un traidor. ¿Por qué algo tan simple —decir “no, gracias”— se convierte en un suplicio?  

Antropológicamente, somos prisioneros de la reciprocidad. Como explicó Marcel Mauss en *El don*, los intercambios crean ‘deudas simbólicas’. Al tocar la prenda y aceptar el elogio, activamos un ritual ancestral: la vendedora ofrece un ‘regalo’ (atención, halagos), y rechazarlo rompe el pacto social. En culturas como la nuestra —tejidas sobre la cordialidad—, negarse equivale a una pequeña herejía.  

Neurológicamente, la culpa tiene dirección precisa: la amígdala dispara alertas ante el posible conflicto (¿me verá grosero?), mientras el núcleo accumbens. anhela la recompensa de ser bueno y aceptado. Decir “sí” libera dopamina (placer inmediato); el “no” exige que la corteza prefrontal domine esos impulsos, un esfuerzo que cansa.  
Pero, hay un antídoto, el pensamiento estoico:
1. Dicotomía del control: “Lo que depende de ti es tu decisión; lo que no, es su reacción”. Comprar o no es tu ‘esfera de control’*; su decepción, no.  
2. Virtud sobre apariencia: ¿Es justo contigo mismo gastar por presión? La templanza estoica prioriza necesidades reales sobre halagos efímeros.  
3. Ama tu destino: Si su rostro se nubla, acepta ese malestar como parte natural de la vida. Como escribió Séneca: El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional.  
Liberarse de la Jaula de la cordialidad.  

Decir “no” no es egoísmo: es ‘integridad negociada’. La auténtica libertad nace al soltar la tiranía de la aprobación ajena. Hoy, en un mundo hiperconectado, este acto es más revolucionario que nunca.  

La próxima vez que una camisa le quede “perfecta”, recuerde: usted no debe nada. Sonreír, agradecer y declinar con firmeza no es rudeza, sino el coraje de vivir conforme a la razón. Como resumía Epicteto: Si buscas la libertad, aprende a decir no. O seguirás siendo un esclavo.  

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