Hace casi 10 años se inició una de las reformas más importantes en la educación superior universitaria del país: se promulgó una nueva ley universitaria y, a la par, se creo un órgano encargado de la supervisión y control de la calidad de universidades: la Sunedu. Producto de dicha fiscalización, todas las universidades públicas y privadas, tuvieron que solicitar a Sunedu el “permiso” o licencia para seguir funcionando, previa acreditación de las condiciones mínimas de calidad educativa. Algunas universidades, con prestigio y años de historia, pasaron dicho proceso; sin embargo, otras tantas (la mayoría creadas a partir de los años noventa) no lograron demostrar que contaban con los requisitos para ofrecer tan especializado servicio y tuvieron que ser clausuradas. Pero, ¿qué pasa con los estudiantes y profesores de dichas universidades a las cuales se les denegó el licenciamiento?
En el caso de los estudiantes, la misma Sunedu estableció los mecanismos para el traslado a otras universidades o el plazo para que dicha universidad que no fue licenciada siga funcionando, hasta que los últimos estudiantes egresen. Por ese lado no hubo mayor problema, ¿o sí? Pues si hubo problemas porque casi todas las universidades no licenciadas no tenían adecuados procedimientos para la admisión de los futuros estudiantes universitarios, eran las típicas “todo postulante ingresa”.
Entonces la baja calidad y poco nivel académico de estudiantes también migró a las universidades si licenciadas y que los recibieron, bajando considerablemente su calidad, pero aumentando (considerablemente también) sus ingresos económicos, en especial de algunas universidades privadas. Lo mismo sucedió con el personal docente que, de un momento a otro, se quedó sin trabajo porque les cerraron sus universidades, las mismas que tampoco tenían procedimientos adecuados para el reclutamiento de académicos de nivel para el ejercicio de la docencia universitaria. Ante ello, se vieron también obligados a migrar a algunas universidades privadas licenciadas, bajando la calidad en la educación y formación de los futuros profesionales y, al mismo tiempo, bajando la calidad y prestigio de dichas universidades.
En un país como el nuestro, en el que se sigue creyendo que la educación superior es para todos, los futuros universitarios, al no encontrar las antiguas universidades bamba, intentan postular a las universidades licenciadas: el sueño de la educación superior como medio de ascenso social. Las universidades licenciadas (en especial algunas privadas) los recibirán con mucho agrado, sea en clases que sobrepasan los aforos respectivos o en clases virtuales, con nuevos profesores, que también vienen de esas universidades cerradas por su pésima calidad. En definitiva, el panorama de la educación superior en el mediano plazo parece poco alentador.