La reciente declaración de la presidenta Dina Boluarte, pidiendo que se califique su gestión con un “cero”, no solo destila ironía, sino también una desconexión alarmante con la realidad que enfrenta el país. En medio de un clima de inseguridad galopante, crisis económica y 97 % de desaprobación, resulta desconcertante que la mandataria prefiera bromear sobre penales en lugar de abordar los problemas que tienen a millones de peruanos en zozobra. Si bien su comentario puede interpretarse como una forma de enfrentar las críticas, también refleja una falta de empatía hacia una ciudadanía cada vez más frustrada y desesperada.
Lo más preocupante de su actitud no es la frase en sí, sino lo que simboliza: un gobierno que parece más preocupado por la narrativa y las percepciones mediáticas que por soluciones concretas. El sarcasmo puede ser útil como herramienta política en determinados contextos, pero cuando el país pierde “por goleada” frente a problemas como la delincuencia, el desempleo y la corrupción, las bromas solo evidencian un vacío de liderazgo. La mandataria, en lugar de asumir la responsabilidad por su gestión, opta por desviar la atención hacia temas triviales, lo cual no contribuye en nada a recuperar la confianza de los peruanos.
El verdadero problema no está en las encuestas desfavorables, sino en lo que representan: un grito colectivo de insatisfacción. Boluarte, al minimizar estos números, parece ignorar que detrás de cada porcentaje hay ciudadanos reales que ven, día tras día, cómo sus problemas se agravan. El sarcasmo no resuelve crisis; lo hace la acción efectiva. Si la presidenta quiere cambiar la narrativa, debe hacerlo con resultados, no con palabras. De lo contrario, continuará jugando en un terreno político donde, para muchos, ya ha perdido.