La Ciudad Blanca ya no duerme tranquila. En lo que va de la semana, Arequipa fue testigo de un nuevo episodio sangriento: un muerto, producto de la guerra entre bandas criminales, cuyos videos circulan impunemente en redes sociales, sin que las autoridades logren contener ni el crimen ni su difusión. Mientras tanto, este jueves, el ministro del Interior, Carlos Malaver, aterrizó en la ciudad con una agenda consistente en visitar dependencias policiales y firmar convenios.
La violencia se ha vuelto cotidiana: extorsiones, robos armados, sicariato y ajustes de cuentas entre bandas se han multiplicado en los últimos años. El asesinato de ciudadanos extranjeros, el asalto a cambistas en pleno centro y la proliferación de organizaciones criminales evidencian un deterioro alarmante de la seguridad.
El Instituto de Medicina Legal ha confirmado que la tendencia se mantiene en 2025, con cifras que podrían superar las del año anterior. Y mientras los cuerpos se acumulan, los videos de ejecuciones y enfrentamientos entre bandas se viralizan sin control, alimentando el morbo y la sensación de impunidad.
La ciudadanía exige más que discursos. La falta de coordinación entre autoridades locales y la Policía junto a la ausencia de una estrategia sostenida de prevención han convertido a Arequipa en terreno fértil para el crimen organizado. La visita del ministro, lejos de ofrecer soluciones, ha reforzado la percepción de que el Gobierno central está desconectado de la realidad que viven los arequipeños.
Ojalá esta realidad cambie. Arequipa no merece convertirse en nueva cuna de la criminalidad y que esta quede impune.