Mientras el Ministerio de Educación (Minedu) anuncia con orgullo el inicio del año escolar 2025 con nuevas plazas docentes y la entrega del 100 % del material educativo, la realidad que enfrentan más de seis millones de estudiantes en el país es alarmante: el 50 % de los colegios públicos tiene infraestructura deficiente. Pese a los S/295 millones destinados al mantenimiento preventivo, la inversión sigue siendo insuficiente para atender escuelas con techos derruidos, aulas prefabricadas y servicios básicos en estado deplorable. ¿Cómo garantizar un aprendizaje de calidad si miles de niños y adolescentes deben estudiar en condiciones indignas?
Si bien la creación de 132 nuevas escuelas es un avance, resulta marginal frente a la dimensión del problema. El país tiene más de 53 000 instituciones educativas y al menos la mitad de ellas requieren una intervención urgente. Además, el gobierno se enfoca en la construcción de escuelas bicentenario y colegios de alto rendimiento, mientras que las zonas más vulnerables siguen esperando soluciones reales. La rehabilitación de colegios afectados por lluvias, huaicos e inundaciones es una medida reactiva, pero ¿qué pasa con las instituciones que llevan años operando en condiciones precarias sin una emergencia de por medio?
La educación no puede seguir siendo víctima de la improvisación y la falta de planificación a largo plazo. Es inaceptable que, año tras año, se inicie el ciclo escolar con promesas y parches temporales, mientras la infraestructura educativa se sigue desmoronando. No basta con asegurar libros y psicólogos si los estudiantes deben aprender entre techos con goteras y baños en ruinas. El discurso del “buen inicio del año escolar” solo será creíble cuando estudiar en un colegio público no signifique un riesgo, sino una garantía de futuro.