Para Antonio Basanta los seres humanos somos lo que somos porque desde nuestro origen fuimos lectores. Lectores del entorno, del rojo del fuego, del bosque, del agua; lectores de nuestros semejantes, de su risa, de su llanto, su angustia y su esperanza; lectores de nosotros mismos, de nuestras alegrías y nuestro dolor.
Hubo un momento trascendental como especie donde la capacidad lectora se amplió de forma extraordinaria y es el momento mágico e históricamente infechable cuando pasamos de los sonidos guturales al origen de la palabra.
Al paso del tiempo la comunicación que suma los gestos y la palabra potencian nuestra forma de leer y se dice que son las mujeres quienes en su rol de crear comunidad fueron las responsables.
Una etapa muy importante que ha permitido perpetuar nuestra memoria y regalarnos la inmortalidad se da con el nacimiento del alfabeto que luego permitiría la creación de los libros y la imprenta su masificación.
Hoy la lectura cambió con la llegada del internet y más que nunca se convierte en un ejercicio exigente por la importancia de saber discernir ante el aluvión de contenidos al que podemos llegar con un solo click.
En todo este camino de la lectura, lo vital es recordar nuestra participación fundamental en ella y como nos ayuda a la construcción de nuestra libertad, el sentido, la relación, la apropiación y volver hacia nosotros mismos.