Opinión

¡Hagamos lo que predicamos!

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Semana Santa es un acontecimiento universal que nos recuerda: la vida, pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo.  En este comentario, no pongo en duda la devoción y solemnidad de los peruanos creyentes, cuyo catolicismo permanece activo en las más íntimas profundidades de su fe.

No es mi deseo convocar a creyentes que me acompañen a observar distintos comportamientos de los fieles durante Semana Santa. Mantengo, sin embargo, la esperanza que, debido a tanta violencia, guerras, enfrentamientos, intolerancias, revanchismos, venganzas y otros antivalores, podamos unirnos, porque el dolor, el padecimiento de un hermano, sorprendentemente, nos vuelve empáticos y solidarios.

En las misas por Semana Santa, vemos que los creyentes ingresan al templo contritos  y buscan ubicación en las primeras filas de las bancas; uno del grupo familiar, por acicalarse, se atrasó. Llega una señora de modesta apariencia, necesita esa ubicación, pero alguien grita: ¡está ocupado! Otra dama, contradice la exclamación imperativa:  “aquí, en el templo, en la casa de Dios, todos somos iguales”. Pero las expresiones de ira e intolerancia, demuestran que: no hacemos lo que predicamos.

Algo similar ocurre cuando el celebrante invita a los fieles a darse el abrazo de la paz; si  ven  que a su lado hay una persona, vestida modestamente o, que simplemente les desagrada, prefieren obviar el abrazo. Luego, tras varias observaciones, llegamos a la conclusión que los fariseos de los tiempos de Jesús,  hoy, están en este mundo, aunque en versión moderna, con tecnología de avanzada e inteligencia artificial.

¿Cuántos de los fieles que asisten al templo, incluidos los políticos, recorren las estaciones, se confiesan, se golpean el pecho? ¿acaso, no se parecen a Judas Iscariote?, te sonríen, te saludan, incluso con beso en la mejilla, después, a la salida del templo, vuelven a ser lo que son. En época de Jesús, el honor y la lealtad, eran las virtudes más importantes de la sociedad judía; por ello, la traición se convertía  en la acción más perversa y vergonzosa; razón por la que, el traidor Judas Iscariote, se suicidó. Los fariseos pregonaban la legalidad, pero no la cumplían. Hoy, ¿cuántas personas que pregonan  cumplir estrictamente la ley, siguen siendo la copia de los iscariotes y fariseos de hace 2025 años? ¡ Hagamos lo que predicamos!

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