Desde que quedé incorporado a la Iglesia católica por el bautismo, han ocupado la cátedra de san Pedro siete papas. Todos ellos han sido formidables.
Pío XII: centinela de la noche silenciosa.
Juan XXIII: portero del nuevo amanecer.
Pablo VI: peregrino entre tormentas.
Juan Pablo I: sonrisa que brilló como relámpago.
Juan Pablo II: el atleta de Dios.
Benedicto XVI: guardián de la Palabra.
Francisco: el pastor de los bordes del mundo.
Esta semana comenzará un nuevo cónclave. Será la segunda vez que se elige un papa en un Año Jubilar.
La primera ocurrió en 1550, cuando fue elegido Julio III. Ahora, 133 cardenales elegirán un nuevo pontífice que suceda al primero que murió en un Año Santo: Francisco.
El primer Año Santo se celebró en 1300.
La elección será la más católica de la historia. Una afirmación de la continuidad evangélica y de la evolución constante de sus formas.
Mientras fuera de la Iglesia se habla de izquierdas y derechas, dentro se vive la sinodalidad.
Y se camina hacia la universalidad. La Iglesia honra así su epíteto de “católica”: donde todos forman un solo cuerpo.
El Colegio Cardenalicio, hoy más diverso, refleja una Iglesia inclusiva y global.
En los últimos dos años se crearon 18 cardenales.
Seis provienen de América, cuatro de Asia, dos de África y seis de Europa.
Tres tienen entre 70 y 75 años, once entre 60 y 69, y cuatro entre 51 y 59.
Todo indica que el cónclave podría ser el más largo desde la elección de Juan XXIII, que ocurrió tras once votaciones.
Aunque no tanto como el de Viterbo, que eligió a Gregorio X tras 33 meses, ni el de Benedicto XIII, que duró más de cuatro meses.
El cónclave comenzará con la Eucaristía. Luego, los cardenales marcharán hacia la capilla Sixtina cantando el himno del siglo IX Veni, Creator Spiritus.
Ya instalados, prestarán juramento de sigilo total.
Comenzarán entonces las votaciones: tres el primer día. Y cuatro el segundo y tercer día.
Al depositar su voto, cada cardenal dirá: “Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, que doy mi voto a quien creo debe ser elegido”.
Si en los tres primeros días no se alcanzan los dos tercios más uno —es decir, 89 votos—, el cuarto día será de oración y reflexión.
Este ritmo continuará hasta que se produzca la elección, anunciada por humo blanco.
Una vez aceptado el nombramiento, el cardenal Dominique Mamberti, como protonotario, proclamará desde el balcón: Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam!.
Hasta entonces, el mundo especulará sobre el nuevo papa y su perfil.
Volverán las falsas profecías de san Malaquías y las cuartetas de Nostradamus.
Se hablará del fin de los tiempos o de la Iglesia misma.
Pero los creyentes saben que la elección será obra del Espíritu Santo.
Y que se cumplirán las palabras de Jesús, recogidas por Mateo:
“Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.