Leyendo aprendí que, quienes gritan no tienen algo importante que decir; aseveración que se puede comprobar fácilmente. El presidente colombiano- motivos tendrá- sorprendió a Latinoamérica con sus bravuconadas; luego, en señal de reacción inmediata y oportuna, la mandataria peruana visitó la jurisdicción de Santa Rosa.
La presidenta Dina Boluarte en su discurso que, inicialmente, tenía un tono firme, fue perdiendo fuerza, en el contenido, porque se tradujo en un arranque emotivo de patriotismo, levantando el timbre de su voz como una arenga propia de campaña política. Esta observación, ha originado comentarios variopintos, unos a favor, otros en contra, a nivel nacional e internacional.
Lo cierto es que la señora presidenta requería elevar el tono de su voz, porque, seguramente, pensó que esa actitud, le rendiría beneficios políticos, tratándose de un tema delicado, referente a territorialidad. Pese ya los especialistas han aclarado, explicado y han coincidido en afirmar que estos asuntos se resuelven vía diplomática, no hay nada más y punto.
Después del furor y la efervescencia, iba llegando de a pocos, la serenidad en la población de Santa Rosa y varios lugareños entrevistados por colegas periodistas, manifestaron que los apoyos recibidos de parte del gobierno, ese 15 de agosto, deberían ser constantes, porque- dijeron- solo por las circunstancias y la coyuntura es que tuvieron la visita, por primera vez, de la más alta autoridad del Estado y sus funcionarios, a quienes antes no los habían visto por esos parajes. Las promesas de atención en temas de educación y salud fueron ofrecidas in situ por la presidenta.
Pero, ¿qué paso después ? El resultado, fue un descenso en los porcentajes de respaldo popular; ahora la señora presidenta, según la encuestadora Datum, tiene 96 % de desaprobación, con más- menos 2% de error. Los actos violentos con etiqueta de terror, registrados recientemente en Trujillo, requieren de atención inmediata de los poderes del Estado. Igual de urgente e importante es el tema relacionado a la desatención del gobierno peruano a lo indicado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Son asuntos que demandan deliberaciones sensatas, imparciales, exentas de animadversiones de un lado y otro.
Los ciudadanos del Perú vivimos una inseguridad permanente y esa situación distribuye efectos colaterales irreversibles, en los ámbitos político, económico y social. Cualquier otro acontecimiento, no debería distraer la atención de las autoridades del gobierno. Por todo lo expresado en este comentario, sostengo que, hay gritos que se lleva el viento.