El ejemplo de Miguel Grau ha trascendido más allá del relato de una guerra que el Perú sufrió en condiciones desiguales. Con el pasar de los años su leyenda se agigantó hasta llegar a las generaciones del presente que, sin duda alguna, le dieron el justo reconocimiento del ‘Peruano del Milenio’.
Hablar de la historia de Miguel Grau es referirse a aquel hombre que pudo mantenerse en la comodidad de un escritorio siendo diputado, pero prefirió volver a vestirse con uniforme para plantar cara ante el enemigo. Previamente la historia lo recuerda como una persona de convicciones profundas que, durante los años previos a la guerra del Pacífico, defendió sus ideales enfrentando a gobiernos que tomaban medidas injustas contra el país.
Grau fue como el mar, lo suficientemente tranquilo para brindar paz a los suyos, pero con la debida reacción para ponerse embravecido ante circunstancias extremas. Así lo demostró durante la campaña marítima de la guerra del Pacífico donde, con muy pocos recursos producto de la constante desunión nacional en nuestra historia, supo enfrentar al enemigo al punto de frenar la invasión por algunos meses a territorio nacional.
En esos avatares Grau supo ganarse el respeto y admiración de propios y extraños. Supo también vencer con honor y jamás hacer escarnio del enemigo vencido. Así quedó para la historia el ilustre título del Caballero de los Mares.
Al igual que la vida misma, cuando las circunstancias eran completamente en su contra supo plantar cara y demostrar hasta el final sus convicciones y sus ganas de enfrentar las adversidades. Así lo perdimos terrenalmente en Angamos pero a nivel espiritual su leyenda engrandeció para la eternidad y nos dejó un ejemplo de heroísmo y amor por la patria al cuál todos debemos aspirar. Que su vida sea el legado más precioso para el Perú.
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