Nos acercamos a un nuevo feriado declarado por el Gobierno. Esta vez se trata del 6 de agosto que fue declarado así en homenaje a los 200 años de la batalla de Junín, parte importante en la consolidación del proceso de independencia del Perú y de toda Sudamérica. Sin embargo volvemos al tema de debate sobre la conveniencia de estos nuevos feriados que se suman al calendario nacional.
Recordemos -por ejemplo- que previo a las Fiestas Patrias se tuvo el feriado del 23 de julio también en conmemoración a una fecha histórica para el país como fue el sacrificio del capitán José Abelardo Quiñones en la guerra de 1941. El escenario era similar pues tras acabar el fin de semana ingresábamos a trabajar el lunes para que el martes fuera festivo y de esta manera llegar a la mitad de la semana con el agregado de un grupo de horas dejadas de laborar.
Si a esto le sumamos que el feriado de Fiestas Patrias, que tradicionalmente era el 28 y 29 de julio, fue alargado desde el sábado 27, tendremos que en el lapso de menos de 15 días se tuvo tres jornadas festivas, en las cuales el aparato estatal dejó de laborar y por lo tanto hubo una paralización en la producción del país.
Nadie puede dudar que siempre es importante rendir homenaje a nuestros héroes y hechos históricos que ayudaron a la consolidación de la patria. Sin embargo, cabe la pregunta sobre si no pueden existir otras maneras para destacar los elementos históricos sean recordados por la población.
Nuestro país requiere más posibilidades para salir de la crisis. En ese camino no resulta de ayuda tener fechas festivas que sobre todo interrumpen una semana productiva. Como señalábamos líneas arriba nadie está en contra del reconocimiento a los diversos hechos históricos del Perú, pero se debe sopesar ello con la necesidad de fomentar un mejor presente y futuro para todos.