Siempre se considera a febrero como el mes más cargado de precipitaciones, incluso coloquialmente se dice febrero loco y por lo tanto en este período se afrontaron trágicas emergencias a causa de las intensas lluvias. Un día como hoy 8 de febrero ocurrieron algunos de los desastres más dañinos en nuestra reciente historia.
Basta recordar el aluvión que destruyó la avenida Venezuela en el año 2013 y la lluvia que incrementó el caudal del río Chili hasta inundar sectores aledaños en 1989 (leer página 18). Estos ejemplos reflejan como las precipitaciones nos golpearon y seguirán haciéndolo dejando en claro que la naturaleza sobrepasa la poca o nula preparación de nuestras autoridades.
Ahora en febrero, otro hecho golpeó los cimientos de los planes operativos de nuestras autoridades ante los desastres naturales. Bastó una lluvia de algunos minutos para que se incrementaran los niveles de agua turbia y por tanto no se pueda realizar el tratamiento para potabilizarla y hacerla apta para el consumo poblacional.
Durante las últimas horas hemos sido testigos del desborde social ocasionado por la falta de soluciones para atender el desabastecimiento de agua potable en Arequipa. Las explicaciones son insuficientes para una ciudadanía que depende del agua potable para sobrevivir y realizar sus diferentes actividades. Ya se registraron conatos de bronca y manifestaciones ante el paso de camiones cisternas que llevaban agua a otras jurisdicciones.
Se requiere mayor despliegue y celeridad para solucionar este problema del abastecimiento de agua potable. No puede ser que en pleno siglo XXI sigan dándose estas situaciones que afectan a la ciudadanía. Ya la Sunass advirtió a Sedapar que se deben buscar más y mejores alternativas para salir de la crisis. De lo contrario el escenario de desabastecimiento se podría repetir como ocurrió hace algunos años o hace décadas en nuestra blanca ciudad.