Lo ocurrido con Nicanor Boluarte, hermano de la presidenta Dina Boluarte, y su presunta injerencia en las decisiones del Gobierno nos trae a colación lo delicado que es el manejo del poder y la gran distancia que las autoridades y funcionarios deben tener de sus parientes y amigos. No es la primera vez que tenemos a familiares del mandatario de turno aprovechando su cercanía al entorno presidencial y echan abajo la credibilidad ante la ciudadanía.
Si retrocedemos en el tiempo tendremos por ejemplo al sobrino de Pedro Castillo, Fray Vásquez, quien era uno de los “hombres fuertes” en las visitas que se hacían al mandatario en la famosa casa de Sarratea. Además tenía el poder de gestionar designaciones en el aparato gubernamental y todo ello con la venia de su tío. Ni qué decir de la cuñada Jennifer Paredes, sobre quien pesan investigaciones por organización criminal por los mismos manejos turbios de Vásquez Castillo.
Unos años antes, teníamos a Nadine Heredia, esposa de Ollanta Humala. Tanto era el peso que tenía en el Gobierno que las burlas salieron a flote contra el exmilitar. Lo más pintoresco fue el apodo de “cosito” que se hizo fuerte, sobre todo, al finalizar la gestión.
Si seguimos retrocediendo en el túnel del tiempo nos encontraremos a los sobrinos y la esposa de Alejandro Toledo. En el caso de los primeros, también eran investigados por el uso irregular de sus vínculos con el poder. Por parte de Eliane Karp, era notorio lo mediático de su papel para defender a su “cholo sano y sagrado”.
Como hemos visto, existen varios ejemplos de familiares que siempre se las arreglaron para infiltrarse en los círculos de poder y aprovecharse del país. En manos de la justicia está aplicar las sanciones del caso ante estos hechos irregulares que solamente contribuyen a agravar la crisis de nuestro sistema de gobierno.
.jpg)
.jpg)
.jpg)
