Lo hemos señalado en más de una oportunidad. Las únicas personas que parecen creer que no atraviesan por una crisis de ilegitimidad son Dina Boluarte y los miembros de su gobierno, así como sus aliados del Congreso. Por donde van son rechazados por la ciudadanía, llegando en algunos casos a extremos de violencia verbal que han sido respondidos por la misma presidente.
La falta de legitimidad ya en sí misma es un problema para la marcha de cualquier gobierno pues, como se sabe, esta se manifiesta a través de la ausencia de reconocimiento de la autoridad, rechazo y, sobre todo una profunda desconfianza. No se le cree nada al gobierno ni a todo aquel funcionario que esté relacionado. La situación es más dramática en el Perú cuando esta crisis de desconfianza se ve agigantada por las mentiras que fluyen con naturalidad de los principales voceros del gobierno. Esta situación, de por sí repulsiva, se ha convertido en usual por estos días. Por eso la ciudadanía se indigna.
En este sentido el daño que se le hace al país es gigantesco. Ya en 1995 el intelectual de la Universidad de Stanford, Francis Fukuyama, decía en su libro “Confianza” que los países en los cuáles las relaciones personales o institucionales están basadas en la desconfianza mutua están condenados a empobrecerse y derivar en una serie de enfermedades sociales como la delincuencia, la corrupción entre otras. La desconfianza anula la posibilidad de hacer redes de colaboración y eso impide la marcha del país. Lo vemos en nuestro país. La ciudadanía mira con recelo todo desde las disputas entre los diversos poderes del Estado, las declaraciones de diversos funcionarios hasta las promesas de cambio o de solución que pueden surgir de parte de algunos personeros gubernamentales. Pueden ofrecer, sugerir, plantear, prometer cualquier cosa teñida de positiva, no pasa nada: la ciudadanía simplemente no les cree.
Es obvio que todo esto es responsabilidad fundamental de Dina Boluarte y su entorno directo. En lugar de ser consciente de sus ínfimas capacidades, de sus grandes limitaciones y por tanto proceder a elecciones anticipadas optó por quedarse en el poder, por consejo de empresarios mercantilistas, políticos corruptos y oportunistas y entorno familiar ambicioso. Allí están los resultados, un país a la deriva, en el cual a pesar de los mínimos esfuerzos que se hacen para salir de la crisis nada le funciona al gobierno. No se dan cuenta que es su falta de legitimidad y la pérdida total de confianza por parte del pueblo.