Opinión

El plan de la igualdad

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DIARIO VIRAL

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¿Mejorar las condiciones de la infraestructura o del capital humano permite igualar las oportunidades de desarrollo en un país? No, pero sí las mejora. Y mejorar no es lo mismo que igualar, hay que decirlo, a pesar de las benévolas intenciones de quienes aspiran a tener un suelo parejo para todos, con el agravante de tenerlo todo “organizado” por quien ejerce el poder. Me he permitido esta digresión mientras leía el trabajo del exministro de Producción, Piero Ghezzi, El Estado productivo (Ed. Planeta), publicado en tiempos en que la pandemia de la covid reculaba y sus estragos nos golpeaba en la cara, revelando nuestras verdaderas incapacidades como sociedad (siendo indulgentes ante las atrocidades de las medidas tomadas) y nuestro rotundo fracaso como Estado (con una pésima gestión presupuestaria de la salud pública). 

Ghezzi entiende que el capitalismo necesita un reinicio, que la libertad económica y un Estado que regule lo menos posible como lo plantearon Hayek y Friedman han «generado una contradicción inherente en el liberalismo político, que tiene como objetivo fundamental la igualdad de oportunidades». Incluso, el ex ministro asegura que pedir al Estado reducir su papel de regulador «ha devenido en capitalismo clientelista». Para concebir mejor la postura de Ghezzi, habría que mencionar el contexto de sus declaraciones. Cuando fue titular de la cartera de Producción en el gobierno de Ollanta Humala, propuso un plan de diversificación productiva que tenía como objetivo conferir al Estado un papel más activo a través de una política industrial moderna con efecto diferenciado por sector. 

No resulta extraño, entonces, que el capitalismo sea la principal víctima de un exfuncionario que no cree que la simplificación administrativa, la flexibilización laboral y la reducción del gasto público sean suficientes para volver productivo al Estado. Se necesita más, según Ghezzi. Por ello, en su robusto Plan de Diversificación planteó, entre otras medidas, la creación de centros de investigación de minería, la elaboración de políticas públicas complementarias que faciliten el surgimiento de mejores proveedores locales para la industria, un apoyo decisivo a los sectores económicos con mayor potencial y, con seguridad, un consejo nacional de diversificación productiva. Es decir, más normatividad y mayor capa burocrática, con un sinfín de asesores por sector económico.  

En cuanto a la igualdad de oportunidades. Quizá Juan Ramón Rallo pueda sintetizarlo mejor que yo: «Lo importante no es que todo el mundo tenga unas mismas oportunidades, sino que todo el mundo tenga la libertad de crear sus propias oportunidades; esto es, de descubrir los planes adecuados para satisfacer sus fines concretos». Lo contrario y aunque pueda parecer un exceso llamarlo así (y no lo es), significaría un regreso sutil y gradual a un sistema de planificación centralizada. 

Al final de esta publicación, Ghezzi hace un llamado a un «pragmatismo humilde», es decir, a la idea de que debemos responder a un problema no acunados por una ideología, sino respaldados por lo que pueden enseñar las evidencias y considerando que no tenemos todas las respuestas para resolverlo. Y en esto tiene razón. Aquí podría estar la clave para advertir que no hay plan que prevea y aglutine los objetivos, las percepciones, los ánimos y las capacidades de las personas, tan disímiles unas de otras. 

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