Opinión

El peligro de la informalidad

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Con el pasar de los años, el mes de junio se ha convertido en una oportunidad para que las grandes empresas muestren su “preocupación” por la diversidad y la inclusión. Por eso, pocos días después de que empezara el mes, muchos perfiles de redes sociales han convertido sus logros en el arcoíris. Este es un símbolo ampliamente aceptado: un signo de una manifestación de apoyo a la comunidad LGBTQ+. Sin embargo, esto no viene ocurriendo en lo que va de este año. Estamos a mediados de junio y la ausencia de estos gestos por parte de muchas empresas generan preguntas sobre si su accionar es una real muestra de apoyo a la igualdad o una calcula estrategia de marketing.

Este fenómeno tiene nombre: capitalismo arcoíris, y escribimos algo sobre el particular el año pasado. Se trata de la apropiación superficial de los símbolos del activismo LGBTQ+ por parte de las empresas con el fin de mejorar su imagen pública y atraer consumidores sin asumir un compromiso real con la causa. Lo paradójico es que muchas de estas compañías, mientras adoptan una postura de apoyo en junio, continúan financiando a políticos y grupos de interés ultraconservadores que impulsan políticas contrarias a los derechos de las personas LGBTQ+. Pero el contexto actual sugiere que no solo el oportunismo empresarial está en juego, sino también se ha dado un giro en las dinámicas de poder. La influencia de esos sectores ultraconservadores, particularmente desde el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, ha generado un entorno en el que el apoyo explícito a la diversidad es un riesgo político y económico para las empresas en cuestión. Estos grupos políticos de derecha han ganado terreno en el ámbito social, político y económico, promoviendo una agenda que busca reducir los avances logrados en materia de igualdad. En un mundo donde el poder político y el poder económico están estrechamente vinculados, algunas empresas están optando por la prudencia y el aseguramiento de sus ganancias antes que por la defensa de los derechos humanos.

Por lo visto la aparente neutralidad empresarial no es más que una forma de omisión estratégica: silencio cómplice ante la presión conservadora, prioridad en sus ganancias y un nulo apoyo real a la comunidad LGBTQ+ y a la defensa de sus derechos básicos. El Orgullo no debería ser solo una estrategia de marketing de unos días al mes, sino un compromiso firme con la justicia social. La pregunta que todos debemos hacernos es si ¿seguiremos permitiendo que las corporaciones se vistan de arcoíris solo cuando les conviene? o ¿exigiremos que su apoyo vaya más allá de una imagen en redes sociales?

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