La celeridad con que la fiscalía allanó la casa de Dina Boluarte y Palacio de Gobierno no es la misma que debió ser en otros casos, como el de Martín Vizcarra, investigado por corrupción desde que dejó la presidencia regional de Moquegua. El escenario montado, rompiendo puertas y revoloteando todo sin consideraciones, responde a un propósito visible: sacar del cargo a Boluarte y poner en la presidencia a uno parecido a Francisco Sagasti; es decir, a un progresista aliado de la facción que hoy controla la fiscalía, juzgados ganados en el Poder Judicial y organización criminal al servicio de la mafiosa Odebrecht. Pero, también, Boluarte da pie a este trágico escenario. Calla y se oculta en lugar de dar explicaciones, apoyando las investigaciones.
El abanico de sospechas contra ella se amplía cada vez. Primero fueron los relojes. Ahora la pulsera y cofre de joyas, y cuenta bancaria sin sustentar sus orígenes. ¿Acaso obtenidos siendo presidenta del club departamental Apurímac, funcionaria del Reniec, tesorera de Vladimir Cerrón, ministra de la Mujer y presidenta de la República? Ya lo escribimos antes: durante el debate presidencial en Cajamarca, entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, su intervención dijo mucho de ella. Biografía personal y profesional sin talla mínima para gobernar. No obstante, ciertos medios, periodistas y activistas políticos de izquierda, de la mano de las autoridades electorales puestas por encargo, redondearon el plan: alcanzar la presidencia a como de lugar, sin importar el voto ciudadano, burlándose de la voluntad popular, haciendo fraude.
No es novedad el enriquecimiento ilícito de ciertos funcionarios públicos. Y tampoco la huachafería peruana que los delata. Sin mayor esfuerzo y de distintas maneras, los presupuestos del Estado son asaltados impunemente. Las contrataciones y el uso indebido del cargo, para favorecer a intereses particulares, sirven para hacer ricos a cadenas de ladrones que manejan el Estado. Aunque quisiéramos a Boluarte fuera del cargo, la continuidad presidencial debe respetarse así como las investigaciones fiscales. Además, claro está, la progresía -la que sirvió de caja de resonancia para la elección de Castillo- promueve su salida inmediata. No quieren perder el control del Estado. Ha hecho de la fiscalía su búnker político controlado por Odebrecht y sus compinches.
Bueno pues, si usted votó por Castillo y el Movadef siéntase estafado con alevosía, ventaja y premeditación. Pero seguro cometerá el mismo error otra vez.