En 1955, los 130 mil habitantes de la ciudad de Arequipa vivían pacíficamente, rodeados por su campiña de 7 mil hectáreas y protegidos por un centenar de policías.
Y no recuerdo que transitasen por sus adoquinadas callecitas, mendigos ni delincuentes. La remuneración mínima de 450 soles, promedio, solventaba los gastos familiares.
Setenta años después, la población se ha multiplicado 9 veces, pero las penurias del pueblo se diversificaron y crecieron varias veces más. La campiña se redujo a una quinta parte, el número de policías se multiplicó 50 veces y la remuneración mínima de 1130 soles sólo alcanza para adquirir la mitad de los bienes que se adquiría con los 450 soles de 1955.
En resumen, en 70 años Arequipa es otra realidad que debemos analizar con cautela.
Como el dinero que se gana ha perdido su valor adquisitivo en casi un 50 %, las madres de familia también están trabajando en las últimas décadas. Pero el dinero sigue escaso, porque las necesidades se incrementaron groseramente, para adquirir bienes que oferta la sociedad de consumo, como los teléfonos celulares, los televisores, las camionetas de marca, las vestimentas de moda y hasta los viajes turísticos y el mundillo de la cosmetología.
Con papá y mamá fuera de casa por actividades laborales y borradas en las escuelas públicas la enseñanza de la ética, la moral y la religión, el joven hijo carece de convicciones y valores arraigados al insertarse en la sociedad. Esta realidad explica que nuestra pueblo disminuya su comportamiento valorativo y que el 69 % de condenados estén recluidos por delitos vinculados con el dinero.
En 1955 había 79 arequipeños encarcelados en Siglo XX. El 12 de octubre último, al salir de prisión el exgobernador Elmer Cáceres Llica, en Socabaya había 2893 encarcelados. Esto es, 36 veces más, en 70 años.
Si bien la remuneración básica en Perú ha disminuido en cuanto a su capacidad adquisitiva real, los 322 dólares equivalentes nos ubican a media tabla en el continente, considerando que el sueldo básico en cuba es de 79 dólares y en Venezuela, 150 con bonos.
En Arequipa, por ejemplo, la sociedad de consumo nos invita a incrementar nuestros ingresos, porque si en 1955 sólo 1 de cada 100 tenía un vehículo, ahora lo tienen 17. Ahora la población tiene 1.6 millones de celulares y en 1955 operaban 3 mil teléfonos familiares.
Reconociendo que el dinero es un instrumento importante pero no el fin último de nuestras vidas, el problema se da cuando la sociedad carece de la madurez intelectual y emocional para evaluar su realidad. Por ello es vital que los gobernantes revisen los contenidos que se imparte en las escuelas porque modernidad no implica ausencia de valores. Y los padres debemos recordar que somos los principales maestros de nuestros hijos.