La temporada navideña ha comenzado en nuestra ciudad, y las calles se van llenando de adornos típicos de las fiestas decembrinas. Guirnaldas, coronas, luces de colores y nacimientos se distribuyen por doquier, creando un ambiente festivo y acogedor. Sin embargo, hay un adorno que destaca por encima de todos: el árbol de Navidad.
A medida que avanzamos hacia esta época del año, es triste observar que, en lugar de los tradicionales árboles navideños que resplandecen en otras latitudes, aquí en nuestra región nos conformamos con un cono navideño. Este hecho se ha vuelto cada vez más común, y lo más preocupante es que la gente parece estar acostumbrándose a este espectáculo que carece de la estética y el espíritu navideño que todos deseamos. El árbol de Navidad es más que un simple adorno; es un símbolo de la unión familiar, de la esperanza y de la alegría que trae esta temporada. Al observar un hermoso árbol decorado con luces brillantes, es posible sentir la magia de la Navidad. Sin embargo, la falta de un árbol navideño adecuado en nuestra ciudad ha diluido un poco esa magia. Un árbol navideño bien diseñado no solo embellece la plaza, el parque, el centro comercial o la calle en la que se coloca, sino que también fomenta un sentido de comunidad y celebración. Es un lugar de encuentro para las familias y amigos, donde se pueden realizar actividades navideñas, como conciertos, ferias y festivales, etc. O hasta de paseos en familia, creando recuerdos que perdurarán a lo largo de los años. Por otro lado (si el simbolismo y la esencia de la Navidad no interesa mucho a autoridades y empresarios) la creación de un ambiente navideño que refleje auténticamente la esencia de estas festividades puede fomentar tanto el turismo nacional como el internacional. Esto es especialmente relevante, ya que cientos o miles de personas aprovechan los días festivos de diciembre para viajar y descubrir nuevos lugares, tradiciones y escenarios.
Así, no solo estamos hablando de una inversión en aspectos sentimentales e inmateriales, sino también de una inversión económica que podría traducirse en un aumento del comercio, el turismo, el transporte y otras actividades terciarias.
Las autoridades y empresarios tienen la responsabilidad de brindar a la comunidad una experiencia navideña que sea digna de recordar. Deben invertir en la instalación de un árbol navideño que, aunque sea artificial, tenga la forma y la apariencia de uno natural. Un árbol que invite a las familias a reunirse, a tomarse fotografías y a disfrutar de la temporada juntos. No podemos permitir que la costumbre de un cono navideño se convierta en la norma. La Navidad merece ser celebrada con el esplendor y la belleza que representa.