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El amor es paciente, es benigno

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Las rosas, las cajas de bombones y los restaurantes estarán llenos anunciando la llegada del 14 de febrero. Inicialmente conocido como el Día de San Valentín, luego como el Día de los Enamorados, hoy se llama Día del Amor y la Amistad.

No sabemos con certeza cuándo comenzó a celebrarse en nuestro país. Quizá llegó en los años cincuenta del siglo pasado, importado del mundo anglosajón, como tantas festividades que mezclan mito y comercio.

Algunos historiadores creen que sus orígenes se remontan a la antigua Roma, en las lupercales, celebradas el 15 de febrero. Otros apuntan a la festividad de Juno Februata, en la que los jóvenes elegían al azar el nombre de su pareja. Esas uniones temporales a veces terminaban en matrimonios.

El nombre de Valentín se asocia con esta celebración gracias a una leyenda del siglo III. En tiempos del emperador Claudio II, se prohibió a los jóvenes casarse para facilitar su reclutamiento en el ejército. Un sacerdote llamado Valentín desafió la norma y casó en secreto a varias parejas.

Arrestado y encarcelado, Valentín intercedió por la hija ciega de su carcelero, Julia, quien milagrosamente recuperó la vista. Se enamoraron, y antes de ser ejecutado el 14 de febrero del año 269, le envió una carta de despedida firmada: “De tu Valentín”.

Siglos después, Valentín fue canonizado y, en el 494, el papa Gelasio I estableció el 14 de febrero como su festividad. Sin embargo, en 1969, tras el Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI eliminó su nombre del calendario católico, alegando dudas sobre su origen pagano. Hoy, la Iglesia dedica esa fecha a los santos Cirilo y Metodio.

Pese a ello, la tradición y el comercio han mantenido viva la celebración. En muchos países, el 14 de febrero se ha convertido en el Día del Amor y la Amistad. Sin embargo, son sentimientos de distinta intensidad y compromiso. El amor es romántico y exclusivo, mientras que la amistad es más amplia y sin exigencias emocionales. Para entender mejor el amor, basta con recordar las palabras de la primera carta de Pablo a los Corintios:

“El amor es paciente, es benigno; no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor. No se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.

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